Comercios Centenarios

Matarranz 1911, una sastrería del hogar para llevar la vida en casa al máximo bienestar

Este negocio familiar de Madrid ha acuñado el término de sastrería del hogar, con el que tratan de concienciar sobre la importancia de la calidad de los productos de la casa

Comercio centenario Matarranz 1911
Comercio centenario Matarranz 1911. David JarDavid JarFotógrafos

Miguel Matarranz, de 41 años, es preciso con las palabras que usa. Por eso prefiere referirse a hogar antes que a casa, siendo consciente de las connotaciones que le confiere: el espacio «donde nos sentimos más seguros, más protegidos». Este madrileño de toda la vida dirige Matarranz 1911, una tienda especializada en el textil del hogar, ubicada en la calle Lagasca. Se trata de un comercio centenario, fundado en 1911 por su bisabuelo, Ramiro Matarranz de Maeztu. Continuaron el negocio familiar su abuelo y luego su padre, que fue «el que lo consolidó», cuenta Miguel en su despacho. Desde 2019 lo dirige él y ha apostado por un «modelo superespecializado», en el que intentan vender «algo más que un producto» y cuyas tiendas aspiran a ser «espacios experienciales». Por su adaptación a las necesidades de cada cliente, han acuñado el término de «sastrería del hogar», cuenta Matarranz. Además, el empresario espera que este abril se inaugure otra de sus tiendas en San Sebastián, como parte de un proyecto de expansión que los llevará de los 14 empleados actuales hasta los 19.

Miguel Matarranz correteaba por las tiendas cuando era pequeño, por ello dice que esto lo «ha mamado y lo siente como propio». Estudió Comunicación Audiovisual y Relaciones Públicas, se dedicó dos años a la publicidad y lleva ya 12 años en el negocio, por el que ha pasado por casi todos los puestos de la compañía para aprender, hasta llegar al puesto de la dirección general. La tienda física ha ido variando de lugar, pero sobre todo se asocia a la calle Serrano, donde permaneció desde el año 1941. «En el momento que llegamos a Serrano, no era el de ahora, de las tiendas de lujo, de las principales marcas. Mi padre y mi abuelo estuvieron más en contacto con tiendas de barrio que con tiendas como Gucci o Prada», cuenta Matarranz. Por esta razón, el empresario no se «encontraba» en esa calle. En diciembre de 2019 se mudaron a la calle Lagasca. «Decidimos ir a una calle trasera, pero en la misma zona para no crear molestia al cliente y poder desarrollar nuestra visión. ¿El balance? Un éxito».

Comercio centenario Matarranz 1911. David Jar
Comercio centenario Matarranz 1911. David JarDavid JarFotógrafos

El establecimiento en la calle Lagasca es un lugar agradable para el cliente: es minimalista, las luces son cálidas, los productos están cuidadosamente colocados y un hilo musical suave acompaña la visita. Esto es precisamente lo que buscaba con esa «nueva visión» Miguel Matarranz. «Yo quería ofrecer algo más que un producto. Quería que fuera un espacio experiencial, tratar de ser un sitio en el que se va a pasar tiempo. La gente tiene que entender que esto es un sitio donde va a conocerse y a conocer cosas nuevas». Arquitectos colaboran en la disposición de la tienda, que cambia a la vez que las temporadas de las estaciones, donde se realizan eventos sobre productos o jornadas formativas con especialistas.

Cuando llegó la pandemia, la tienda tuvo que cerrar, pero el taller —donde confeccionan todos sus productos— siguió produciendo y, según Miguel, algo cambió todo que benefició al comercio. «Ocurrió algo mágico. La gente volvió a preocuparse de lo que ocurría dentro de casa, por el bienestar dentro. Y se produjo un ‘boom’ con todo lo que es el universo del hogar. Yo creo que la gente paró. Y ahí es donde te das cuenta de lo importante», cuenta. Esto le vino de perlas, porque encaja con su modelo de negocio y con su idea de sastrería del hogar: «la gente tiene el poder de elegir: pide calidades, pide medidas, pide colores, pide acabados. Por eso decimos que hacemos sastrería».

Su especialización es en ropa de casa: es decir, «todos los artículos que tenemos en una casa en el ámbito textil: sábanas, toallas, mantelerías, mantas; excepto cortinas y alfombras». Y lo más importante para Miguel Matarranz es el producto. «Usamos fibra natural. Buscamos las mejores materias primas que tengan detrás un concepto de poco impacto en el entorno», dice Miguel, que ha habilitado unos cajones de la tienda donde el cliente puede tocar la materia prima usada. Y añade: «El animal tiene que vivir en unas buenas condiciones, estar bien alimentado. No vamos a coger lanas más baratas de animales estresados y hacinados en granjas en las que se esquila de manera cruel». Por ello considera que llevan la sostenibilidad en su ADN. «Si compras unas sábanas que duran de 8 a 10 años, estoy evitando el consumo de año a año por un precio más ajustado».

Para Miguel Matarranz, ellos venden «el lujo del bienestar». Sin embargo, no le gusta la palabra lujo. «Me parece endogámica. Vendo un producto de calidad y la calidad está ligada a un precio por lo que es en sí, no lo por lo que yo diga que es. El lujo para mí está en ofrecer el mejor producto, pero la palabra lujo crea diferencias. Trato de vencer que el precio sea algo que me prejuzgue o me ponga una etiqueta».

Miguel considera que muchas veces, y consciente de que no en todas las circunstancias, es una cuestión de «distribución de prioridades». «Mucha gente se da cuenta de que le gustan estos productos cuando viaja. Cuando va a un hotel y pruebas las toallas, las sábanas. ¿Por qué no nos brindamos esos momentos en nuestra casa?», reflexiona. Defensor de «comprar menos, pero comprar mejor», cree que su producto se enriquece tras la compra: «la verdadera experiencia es cuando llegas a casa y dices, guau, he hecho una buena compra».