Mercados
Mercado Guzmán El Bueno: Renovación y tradición, a partes iguales
Esta galería se ha convertido en punto de referencia del barrio por mantener viva la esencia de los mercados y saber adaptarse a los tiempos
Ubicado en la calle Andrés Mellado, el Mercado de Guzmán El Bueno fue inaugurado el 18 de mayo de 1951, por el alcalde y las autoridades de la época. Su objetivo entonces, era el de abastecer de productos frescos al área de Gaztambide, en el distrito de Chamberí. Desde entonces, este mercado ha sido una parte vital del barrio, caracterizándose por su comercio de cercanía. Pese al paso del tiempo, esta galería sigue manteniendo el encanto de los mercados tradicionales de la capital. En la actualidad, no solo ofrece productos frescos, sino que también ha sabido integrarse en el tejido social del barrio. Sus instalaciones se utilizan para actuaciones, degustaciones, rutas gastronómicas y visitas escolares. La remodelación acometida en 2005, que agrupó los puestos en la planta baja, modernizó el mercado con revestimientos de granito, mostradores de acero inoxidable, buena iluminación y accesibilidad universal. Sin embargo, su lucha diaria se centra en fomentar la visibilidad del mercado, ya que aunque parezca sorprendente, hay mucha gente que no lo conoce, y por mantener el mercado tradicional para no perder la esencia de sus orígenes.
Han sabido adaptarse a los nuevos tiempos, de ahí la amplía oferta de actividades que se desarrollan en él, pero también en los servicios que ofrecen los distintos puestos: casi todas las tiendas ofrecen servicios de pedidos telefónicos, reparto a domicilio gratuito y pago con tarjeta sin importe mínimo, destacando la cercanía y experiencia de sus comerciantes. Los comerciantes del mercado, orgullosos de la calidad de los productos frescos que siempre han defendido, han renovado su imagen para competir en el mercado actual. Ofrecen un servicio a domicilio y mantienen antiguas costumbres, como permitir pagar más tarde si no se lleva suficiente dinero en el momento, o realizar encargos a medida para ocasiones especiales, algo impensable en un hipermercado.
Pero si hay algo por lo que se diferencia este de otros mercados municipales, es que fue pionero en actualizarse. Actualmente, dispone de dotación anti-incendios, climatización y está libre de barreras arquitectónicas. Asimismo, cuenta con dos prensas para el reciclado de cartón y plástico, demostrando su compromiso con el medio ambiente.
El primer trabajo de Iván Asimbaya fue el de carnicero, tenía sólo 18 años y diecisiete después, se ha quedado con el negocio tras la jubilación de su jefe, Carnicería José. «Con el tiempo acabó gustándome el oficio, no he pensado nunca en cambiar de trabajo. Cogí el relevo para que no se perdiera la carnicería tradicional de toda la vida y porque cada vez hay menos personas que quieren seguir este tipo de trabajos», cuenta a este periódico. Ante el auge de las grandes superficies, es de los que piensa que un barrio sin mercado no es lo mismo. «Aquí elaboramos productos caseros y despiece diario. Nuestros clientes confían mucho en nuestros productos porque saben de dónde vienen. Esto se valora mucho y la gente del barrio está muy agradecida de que continúe con el negocio y el oficio. Eso es lo que más me motivó a seguir», confiesa. A sus 35 años, anima a los jóvenes no solo a que sigan con estos oficios, sino a que compren en los mercados y apoyen los pequeños mercados de sus barrios. «Esto es la vida de Chamberí, las grandes superficies están en todos lados. Cada tienda, cada puesto y cada mercado del barrio es lo que lo hace grande».
Lierka Rojas comenzó en el Mercado Guzmán El Bueno hace un año y medio. Decidió abrir una tienda en la que se pudieran encontrar productos gourmet, de pequeños elaboradores, y que todo aquel que fuera al mercado encontrase un buen café de especialidad, aceites y conservas de las mejores calidades y vinos especiales. «No somos solo una tienda al uso, hacemos catas, eventos, talleres... algo que se nos ocurrió tras adquirir otro puesto en el que abrimos una taberna», explica. Su caso, es el claro ejemplo de la transición que muchos están viviendo en la capital, de mercados de abastos antiguos a gastromercados. El día que la conocemos está ultimando todo para un curso de salmorejo. «Buscamos dar un servicio que viene a los mercados de toda la vida, no se trata solo de enseñarles cómo hacer un salmorejo o un ceviche, sino que aprendan dónde nació o cómo aprovechar esos restos».
Después de dedicar toda su vida a la pescadería, José Antonio González, también decidió darle un giro a la vida del mercado con la apertura de un nuevo espacio. «Ha cambiado la forma en la que hacemos la compra pero sigue existiendo la cultura de tomar algo. Aquí pueden disfrutar de los productos del mercado mientras hacen la compra», cuenta. Callos, tortilla de patata, gambas a la plancha, sardinas tipo espetos, cocochas de merluza... «No pretendemos ser restaurante, sino acercar al público los productos del mercado». Sin perder la esencia, detrás de cada uno de esos productos hay una persona con experiencia que se preocupa y una mano que lo ha elegido.
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