Cultura
Osos, Metros, calamares, «gildas»... de iconos madrileños a obras de arte
Serrería Belga acoge la exposición «Icónica Madrid», donde 16 autores reinterpretan los símbolos de la capital
Desde el Metro hasta el Rastro, pasando por el Oso y el Madroño o el bocata de calamares, son muchos los iconos a los que les basta un fugaz visionado para hablarnos de Madrid. Condensados en 16 obras, Icónica Madrid reúne hasta el próximo 20 de abril en el patio de Serrería Belga el trabajo de otros tantos ilustradores consagrados que han plasmado su visión de la capital. Una iniciativa que, como recordó esta semana la delegada de Cultura, Turismo y Deporte, Marta Rivera de la Cruz, esta encuadrada dentro del festival IlustraweekMadrid 2025 y tiene como escenario un espacio situado en otro icono de Madrid: el Paisaje de la Luz, único rincón de la ciudad catalogado como Patrimonio Mundial de la Unesco.
Bocatas, Retiro, Rastro y locales centenarios
«Para mí, el bocata de calamares es el inicio de la Navidad», explica David Despau (1972). «Desde pequeño, mis padres me llevaban a la Plaza Mayor para ver todos los puestos. Y un día tan maravilloso como ese, culminaba con el bocata», añade. Así, ha elevado este bocado a la categoría de joya, con un guiño a «Desayuno con diamantes», como revela el pendiente de la joven que lo lleva en su mano.
Por su parte, Abraham Menéndez (Gijón, 1977), conocido como Abe The Ape, ha puesto sus ojos en el parque del Retiro. Y más concretamente, en su estanque. El mismo que «servía a la Corte para dar paseos en barca, pero también para disfrutar de espectáculos acuáticos», como batallas navales. «Como asturiano que lleva en Madrid más de 25 años, el parque es una parte muy importante de mí. Siempre que podía, me pasaba por allí para evadirme». Realizada en digital, su ilustración busca reflejar el universo colorido, brillante y dinámico de la zona.
«Para alguien que no es de Madrid, vivir aquí acaba significando vivir en muchos sitios y en muy poco tiempo», se presenta Alberto Miranda (Elda, 1991). El artista vive actualmente en Puente de Vallecas y ha optado por inmortalizar un «tesoro» del barrio: Bodegas Casas, local fundado en 1923. «Las cosas no son mejores porque sean más nuevas, sino porque les damos valor», afirma.
Ana Jarén (Sevilla, 1995) confiesa haber pasado muchos domingos en el Rastro. «Me encantaba tener ese ratito para mí, buscando ropa de segunda mano por un euro. El Rastro tiene un componente muy sentimental. Es una desconexión del resto de la semana», afirma. En su ilustración, ha logrado capturar ese instante de evasión.
Metros, teatros, gatos y diosas
«El Metro es un icono de Madrid, por toda su estética y el imaginario gráfico que tiene. Cada estación tiene su personalidad propia», comenta Andrea Devia-Nuño (Bogotá, 1989). Su homenaje va para nuestro suburbano, «un microcosmos que encapsula buena parte» de la esencia de la capital: caótica, diversa y siempre en movimiento.
Madrileño de segunda generación, Buba Viedma (Madrid, 1980), verbaliza lo que todos los nacidos aquí pensamos: «Nadie es de aquí y, a la vez, todos lo somos». De ahí que haya optado por el gato para representar una ciudad «que acoge a todos y todas sin importar de dónde vengan».
A veces se nos olvida, pero tenemos el privilegio de contar con el teatro en activo más antiguo del mundo. Nos lo recuerda Carmen Casado (Madrid, 1985), que ha homenajeado al Teatro Español y, por extensión, a la riqueza cultural que atesora la capital.
La relación de Carmen Huerta (Madrid, 1975) con la estatua de Diana, en el número 32 de Gran Vía, es «casi vecinal». «Vivo en el centro y resulta muy entretenido caminar sin prisa por allí y mirar hacia arriba. La ciudad te cuenta historias interesantes». Ese «paisaje de las cornisas» se plasma en su cariño a la diosa de la caza.
Brutalismo, osos y Cibeles
El estilo brutalista, ahora de nuevo en vigor tras el estreno del filme homónimo, es lo que ha captado la atención de Javier Navarrete (Madrid, 1985), conocido como El Chico Llama. En concreto, el edificio Torres Blancas, del que nos recuerda la visión que tenía su arquitecto, Francisco Javier Sáenz de Oiza: un tronco de un árbol donde las hormigas pudieran llegar al punto más alto.
No faltan tampoco el Oso y el Madroño. Como explica Javier Navarro (Almería, 1985), conocido como El dios de los tres, «las grandes ciudades tienden a despersonalizarse. Pero Madrid tiene una relación muy estrecha con sus figuras mitológicas». A partir de ahí, lo ha interpretado con un lenguje abiertamente pop.
Hablando de figuras mitológicas... La Cibeles. Diosa de la fertilidad y protectora de la ciudad. «No sólo protege, sino que transforma la ciudad en un lugar lleno de belleza y vida», describe su ilustradora, Laura Breitfeld.
Aperitivos, cielo y chulapas
No sólo hablamos de lugares, también de costumbres. Tal es el caso del aperitivo. «Cuando he vivido fuera de Madrid, lo que más he echado de menos son los encurtidos», dice Inés Maestre (Madrid, 1992). Su estilo, realista y figurativo, se ajusta a la perfección a las bondades de la buena mesa.
Bajo el pseudónimo de Apéritif, la asturiana Marga Castaño es otra de las artistas no madrileñas a las que la capital ha logrado inspirar. En su caso, por algo intangible: el cielo. «Siempre me ha llamado la atención el sol del invierno, con esa luz tan ‘‘vitamina’’. Y cuando llega la primavera, ese cielo se transforma y se llena de golondrinas, vencejos y el pio-pio tan característico. Es como un momento de calma que contrasta con el ritmo acelerado que todos tenemos aquí», describe.
Sara Herranz (Tenerife, 1986), con sus «chulapas», ha querido romper con los estereotipos tradicionales. «Quería mostrar el ambiente festivo y, a la vez, estas chulapas no sólo como figuras icónicas, sino como mujeres contemporáneas» , dice. Una dualidad, afirma, «entre lo tradicional y lo actual».
Cines y genios
Los cines de Madrid. Si bien, afortunadamente, se ha atenuado su caída, es verdad que ha habido que lamentar muchas «bajas» en los últimos veinte años. La manchega Teresa Wonka (1981) captura a uno de los supervivientes: los cines Callao, flanqueados por el no menos emblemático Edificio Carrión. Para la artista, es todo un símbolo de conexión con una ciudad a la que llegó con 18 años.
Por último, Taquen (Coruña, 1992), conocido por sus enormes murales, ha eligido a dos genios literarios y, sin embargo, enemigos: Quevedo y Góngora, cuyas batallas dialécticas se sucedieron en el Barrio de Las Letras. «Creo que, debajo de esa rivalidad, subyacía un profundo respecto», explica. Como si de un cartel de una película se tratara, el artista muestra sus rostros, en ademán desafiante, a punto de protagonizar un duelo a muerte en el que nuestra ciudad es testigo y escenario privilegiado.