Semana Santa

Pasión en Madrid por preservar el arte de la imaginería

El jienense Antonio José Martínez, de 52 años, tiene su taller de escultura sacra desde hace más de 20 años en la calle Segovia

Antonio José Martinez, artista imaginero. © Jesús G. Feria.
Antonio José Martinez, artista imaginero.© Jesús G. Feria.Jesús G. FeriaFotógrafos

Antonio José Martínez Rodríguez, de 52 años, es antes imaginero que escultor. Por eso lo tiene claro: «Si no fuera por la fe, yo no seguiría haciendo imaginería». Martínez, que es jienense pero que ya «se considera madrileño», vino a la capital buscando salir de su pueblo y encontró su pasión y profesión en la capital, aunque su obsesión por la perfección le cueste en ocasiones no pocos quebraderos de cabeza. Se dedica a realizar escultura sacra, y lo lleva haciendo desde hace más de 20 años, cuando empezó a «modelar virgencitas y cositas pequeñas». «Los encargos fueron subiendo y subiendo. Y así hasta ahora», cuenta Martínez en su taller de la calle Segovia. Martínez, muy creyente, dice que para «imaginero no se estudia» y que en su trabajo lo principal es transmitir un mensaje a través de sus esculturas.

Martínez nació en Beas de Seguras (Jaén): allí, en la tierra de la imaginería, empezó de pequeño a modelar «imagencitas pequeñas religiosas». Para él, fue un tema que siempre «estuvo ahí», aunque su fe no le viene de la familia: «soy un caso raro». A los 11 años se fue al Seminario Menor de los Padres Trinitarios y no se vino a Madrid hasta terminar el COU en Córdoba. «No tenía nada en concreto en la cabeza. Lo único que quería era salir del pueblo. El pueblo me estaba asfixiando. Yo soy de una determinada sensibilidad y no podía hablar con nadie de lo que me gustaba. Por ejemplo del arte», expresa Martínez.

Sin embargo, el principio en Madrid no fue sencillo. «Encontré trabajo de lo primero que se me cruzó. Fui camarero, pizzero», relata. Pero, continúa, «se cruzó en mi vida un chaval que estaba haciendo Dorado y Policromía. Y entonces creo que vi una oportunidad de hacer algo que me gustaba». Ahí es cuando entró en la Escuela de Artes y Oficios y cursó Dorado y Policromía. Al terminar se fue a Sevilla, donde estuvo dos años «estupendos» trabajando en el taller de Emilio López Olmedo, donde tuvo contacto «con el trabajo de taller, con los encargos, las herramientas». A la vez, considera que «imaginero no se estudia. Tú puedes estudiar mucha técnica, pero, como cualquier otro artista, o lo llevas dentro o no hay tu tía».

Antonio José Martinez, artista imaginero. © Jesús G. Feria.
Antonio José Martinez, artista imaginero. © Jesús G. Feria.Jesús G. FeriaFotógrafos

Su andadura en el mundo de la imaginería en Madrid la compaginaba con algunos trabajos mientras seguía modelando pequeñas figuras. «Yo seguía haciendo virgencitas, que se fueron perfeccionando. Y la gente empezó a pedirme más y más. Los encargos fueron subiendo y subiendo». Por su experiencia, considera que este negocio es así: «es prueba y error. Te pones a modelar y modelar. Te mueves por círculos cofrades o parroquias. Y si eres buen artista y lo que haces es bueno, enseguida se va a correr la voz. Y te empezarán a llegar encargos».

Hubo un periodo de transición hasta que él pudo vivir de esto. «Y necesitas ayuda de alguien que te apadrine un poco». Primero tuvo el taller por Plaza de España hasta que se trasladó a la calle de Segovia, donde tiene su vivienda muy cerca de su estudio. «Me encanta vivir aquí. Es como vivir en un pueblo. Y estoy en el medio del cogollo de todas las iglesias. A los clientes les encanta venir aquí», dice Martínez, y se alegra de no tener en su estudio en un polígono industrial.

A Martínez le encanta la Semana Santa y siempre las ha vivido mucho. «Sobre todo, al ser del sur, me ha gustado la de allí. La puesta en escena del sur para un artista es como una película buena. Aunque ahora se está extendiendo a más lugares». Esto, entre otras cosas para Martínez, tiene que ver con internet. «La diferencia es que antes tu trabajo se veía en tu pueblo o en la capital de provincia, pero ahora se ve en el mundo entero». Y añade: «Se ha retomado otra vez la exportación de imágenes religiosas españolas. Y todo el mundo ya no es a las Américas o a los países de influencia española. Sorprende la cantidad de entregas que hay, por ejemplo, a Filipinas o a Estados Unidos».

Además, reivindica la imaginería española. «Es un misterio, pero la imaginería española nunca se ha dejado de hacer. Aquí, a pesar del nefasto Concilio Vaticano II que se apuntó al feísmo reinante, sigue siendo demandada por el pueblo. Y no solo por el pueblo español, sino también fuera de nuestras fronteras», dice Martínez.

Aunque la Semana Santa es un grueso muy grande en el trabajo de Martínez, no es para lo que único que realiza esculturas. «También me hacen muchos pedidos para particulares, como por ejemplo para capillas privadas». «La gente piensa que es un arte pasado. Pero sigue siendo muy demandado» explica Martínez. Lo que pasa es que es de «temática religiosa» y, para Martínez, lo que hay es una especie de «complot» o dinámica contra lo religioso. «Desde mi punto de vista religioso, hay como una especie de plan para intentar socavar la religión por todas las formas. Pero el pueblo sigue manteniéndola».

Además, Martínez cuenta que hay «mucho trabajo» en este mundo y que hay una gran cantidad de «imagineros jóvenes que vienen muy fuerte».

El escultor jienense reflexiona sobre la rapidez en el mundo actual. «La gente quiere las esculturas ya. Yo creo que hay dos tipos de personas en este mundo. Una, que quiere que el mundo gire tan rápido como gira su vida; y otras que piensan que el escultor está sentado esperando a que tú llegues porque no hay nada más en el mundo que su obra. Entonces el cliente te exige mucho». Y en relación con esto, Martínez habla sobre la creatividad, que no siempre está ahí: «hay días que bajas al taller y no te sale el trabajo y necesitas despejarte». Además, Martínez es muy perfeccionista. Ese rasgo de su carácter ha hecho que en muchas ocasiones «sufra» y esté «insatisfecho con casi todos sus trabajos». Y pone un ejemplo: la obra que más fama le ha dado, una dolorosa que ganó el Premio de La Hornacina (galardón que reconoce la escultura sacra en España), la quería «romper con un martillo», pero un amigo suyo la salvó.

Para Martínez, lo más importante de su trabajo es el mensaje que esconde. «La carga espiritual, de la que nadie habla. Hay imagineros que se jactan de no tener fe. Yo no digo que lo que hagan no sean buenas obras de arte. Claro que se hacen buenas obras de arte, pero yo creo que el pensamiento religioso también influye mucho en lo que quieres transmitir. Entonces, cuando miras una dolorosa, por ejemplo, ¿qué te está llegando? ¿El drama de la madre de Dios o simplemente: ‘ay, qué bonita te ha quedado’?. Una escultura la puede hacer cualquiera, pero llenarla de vida, ese es el problema», reflexiona Martínez.

La Semana Santa madrileña busca crecer

Martínez lleva tiempo sin bajar al sur, pero vive la Semana Santa madrileña. «No es una gran Semana Santa, pero está resurgiendo ahora. Las cofradías madrileñas languidecieron mucho. Las que más llaman la atención son cofradías de origen andaluz. En realidad, la Semana Santa de Madrid, con algunas excepciones, está hecha por inmigrantes andaluces. Me refiero a la capital, no a la de los pueblos. Casi toda la imaginería que se trae es de Andalucía. Este año estrenamos carrera oficial en Madrid y yo creo que está resurgiendo. Para mí la más bonita es la de Los Estudiantes», considera Martínez.