San Isidro

Una reivindicación de la tradición... y del traje de chulapa

Si bien no está tan popularizado como otras indumentarias, forma una parte importante de la cultura madrileña

Chulapas y chulapos participan en las actividades que se organizan en las calles, como bailes de chotis, al ritmo que va marcando el organillo
Chulapas y chulapos participan en las actividades que se organizan en las calles, como bailes de chotis, al ritmo que va marcando el organillolarazon

Algo tiene la primavera que es capaz de poner en marcha las fiestas populares de toda España. Desde las fallas hasta la Feria de Abril, las romerías y un sinfín de celebraciones que se extienden por toda nuestra geografía, llenándola de música y trajes regionales, los cuales se sitúan como una forma fundamental de expresar la cultura y el arraigo. Pero, ¿qué pasa en Madrid? En fiestas como San Isidro o La Paloma, los chulapos y chulapas salen a la calle, pero, tal como señala Virginia desde su taller en Móstoles en el que confecciona el vestuario tradicional madrileño, parece que «lo hacemos con cierta timidez». Reconoce, además, que la proliferación de locales en los que se vende el (mal llamado) disfraz de chulapa o chulapo ha hecho mucho daño a que a esta indumentaria se la considere por el valor que tiene. «El traje de chulapa no es un disfraz», reivindica. «Si le dices a una sevillana que se pone el traje de flamenca o a una valenciana con el de fallera que va disfrazada, ¡le duele en el alma!».

Además, Virginia denuncia que «si vas caminando por las calles de Andalucía o Valencia, ves tiendas y talleres en los que confeccionan trajes regionales, y eso es algo que en Madrid no pasa». De hecho, se pueden contar con los dedos de una mano los talleres que se dedican a hacer trajes de chulapo o chulapa de forma artesanal en Madrid. «Somos muy pocas», confirma Virginia. «La gente se lo suele hacer en su casa, porque se lo hace la abuela o algún familiar», dice. Ella, de hecho, que, habiendo nacido en el barrio de La Latina no puede ser «más castiza», también aprendió a confeccionarlos con su abuela. Pero, «como cada vez se cose menos, esto también se va perdiendo». Sin embargo, reconoce que, en los ocho años que lleva con el taller abierto, cada vez acude más gente buscando ese toque tan especial que tiene la indumentaria tradicional madrileña hecha de forma artesanal. Viene bastante gente, y, afortunadamente, cada vez más.

De hecho, este año, con la clausura del Año Jubilar de San Isidro, las fiestas del patrono de Madrid son especiales, y «ha venido gente de la otra punta de Madrid para encargar el traje, y todos se quejan de lo mismo, de que no encuentran dónde hacérselo sin que sea un disfraz». Y es que no es solo la calidad lo que se pierde cuando se recurre a estas opciones. «Cuando una mujer se viste de chulapa con un vestido bien hecho y a medida, se siente más mujer, más guapa, más segura», asegura Virginia. Este año, de hecho, ha tenido un caso muy especial que apoya lo que dice. «Ha venido una clienta que lleva una talla 58 y que siempre ha tenido la ilusión de vestirse de chulapa, pero no lo había hecho porque pensaba que le iba a quedar muy mal. Se lo he hecho, y, en la primera prueba, su reacción fue abrazarme llorando por lo guapa que se veía, porque no pensaba que fuera posible», relata.

«En Madrid acogemos a todo el mundo, y esto es maravilloso, pero es mucho más enriquecedor cuando en esa acogida también tenemos tradiciones que aportar a quienes vienen, así que perderlas o relegarlas a un segundo plano es muy negativo para todos», reflexiona Virginia. En la misma línea, Luis Caballero, de la Agrupación de Madrileños y Amigos Los Castizos, subraya la necesidad de «mantener estas tradiciones, pero, sobre todo, de hacerlo bien». Así, no solo es importante poner el valor esta indumentaria y no tomarla como un disfraz, sino también llevarla de manera correcta. Así, detalles como colocarse correctamente la parpusa, o no olvidar colocarse el clavel en el bolsillo del chaleco, son fundamentales. «La camisa debe ser blanca de cuello mao siempre, el pañuelo también blanco y el pantalón negro, que puede ser incluso de tela vaquera». Además, «si te vas a animar con el chotis, tienes que ponerte un zapato de suela, no de goma, porque se puede pegar al asfalto». En cuanto a las chulapas, «el vestido de señora va en función del color que ella prefiera, y tener un estampado a rayas, de lunares, de flores, o ser incluso de falda y blusa». En el tocado va el pañuelo y los claveles, y es indispensable rematar el conjunto con un mantón de Manila que debe colocarse dejando ver las mangas de farol del vestido o blusa.

Revisar la tradición

Sin embargo, mantener las tradiciones vivas, a veces, requiere que estas se reinterpreten. No para cambiarlas, sino para que, de facto, estén más presentes. Para Arancha Rodrigálvarez y Sofía Nieto, propietarias de Carmen 17, taller en el que hacen trajes de chulapa y chulapo desde 2019, es evidente que «si queremos que la tradición no desaparezca, debemos sentirnos invitadas a participar». Por ello, con su taller, en el que confeccionan además prendas para las artes escénicas y audiovisuales, han buscado darle un giro al vestido de chulapa, pero sin quitarle la esencia ni esos detalles que le hacen ser lo que es. «Creemos que es completamente compatible y que es una manera de mantener las tradiciones». Y lo hacen con mucho estudio detrás. «Que iniciáramos la creación de trajes de chulapa tiene que ver con nuestro interés por el folclore y las expresiones artísticas de raíz», explican. «Nos interesan mucho la cultura identitaria de los distintos territorios, de hecho, una de las líneas que trabajamos en la marca, llamada Jacaranda, la creamos a través de una investigación etnográfica». Tal como explican, el origen de este traje está en las vecinas del barrio de Maravillas, en Malasaña. «Floristas, modistas, cigarreras, lavanderas... todas ellas vestían con la silueta representativa del traje de chulapa, que se basa en una falda ajustada con volante, pañuelos coloridos, claveles aquí y allá... Más tarde, las zarzuelas llevaron a escena una estilización de estas prendas que se ponían las mujeres de clase obrera y generaron el figurín, la imagen tan icónica que más ha trascendido, pero el traje en su origen era ropa de calle con un estilo marcado, pero ropa de calle al fin y al cabo». De esta manera, «las ganas de traer al presente las tradiciones nacen del deseo de que apelen al carácter contemporáneo, que no sea un disfraz, sino también ropa actual, que claramente da la mano a la tradición pero que se actualiza para también formar parte de nuestro armario».

Así, los trajes de chulapa que hacen en Carmen 17 –siempre a medida y con telas que compran en el barrio, para fomentar así el comercio local–, se caracterizan porque siempre son de dos piezas, «para poder ponerlo junto y que parezca un vestido o cada prenda por separado y así romperlo y hacerlo más versátil, sobre todo si lo vas a usar en contextos fuera de San Isidro». Para la parte superior hacen dos propuestas: una es la acabada en fleco, que representa llevar el mantón de manila –«el cual se añadió al traje en su interpretación en las zarzuelas»–, de tal manera que pasa de ser un complemento a estar incorporado. Por otro lado, está la opción de cierre de corpiño en la espalda, con pasamanerías de pasacintas tradicionales. Para ellos, también reversionan los chalecos: «Los hacemos sencillos, con doble cruce, biselados, con costadillos, tipo biker...». Y es que, para ellas, esta es su forma de contribuir a que la costura artesana siga viva en Madrid. «No debemos olvidar que esta ciudad fue cuna de costureras, modistas y demás oficios de expresiones textiles. Es necesario que estas figuras, la del chulapo y la chulapa, se mantengan vivas, que no queden en el recuerdo en forma de imán para comprar en las tiendas de suvenires. Vamos camino de una pérdida cultural irreparable y está en nuestra mano dar protagonismo a nuestras raíces para hacerlas crecer y arraigarse».