Debut electoral

La Tercera, en el frente

Tercera Edad en Acción se estrenó en los comicios a la Alcaldía para ser «la voz de los mayores» y terminar con la discriminación por acumulación de años

Partido de la tercera edad
El candidato a la Alcaldía, Guillermo Hernando, junto a la presidenta del partido, Nuria Martínez, esperaron los resultados con un puñado de militantesGonzalo Pérez La Razón

A menos de 200 metros del cuartel general socialista, una veintena de personas tomaba vinos y cañas a última hora de la tarde. Jarreaba, igual que en Ferraz, y las gotas se colaban por las rendijas de la terraza, pero esta gente no se daba por aludida, estaba en otra cosa. Andaban de celebración, como diría un cursi, de la democracia. Pero no era una fiesta ajena, era un jaleo propio. Acababan de estrenarse en los comicios madrileños a la Alcaldía por un partido creado para defender a los mayores en el frente de la política, Tercera Edad en Acción, y todo el mundo estaba exultante.

El candidato, Guillermo Hernando, andaba entre emocionado y nervioso por su debut y se atrevía a anticipar que en otras plazas, que no en la madrileña, algún concejal se iba a coronar (en Burgos, con suerte; en Murcia, quién sabe). A su lado, la presidenta de este partido creado en Alicante en 2018 por un grupo de jubilados, Nuria Martínez, no quería hacerse ilusiones. Se había pasado el día llorando desde que, a primera hora, una de sus dos hijas la llamó para decirle que en un centro de Argüelles se habían agotado sus papeletas. Al cierre de los colegios, sin embargo, ya estaba como un jilguero. Contestaba a este periódico, saludaba a diestro y siniestro, cogía el teléfono. Ella solo tiene 55 años, pero está dedicada en cuerpo y alma a que los veteranos estén cuidados y que no sufran el «edadismo» (en realidad, sin comillas, está en la RAE: discriminación por razón de edad). Que los mayores no se vuelvan invisibles y se queden solos, que se les eche una mano para coser la «brecha digital», que no se les considere idiotas y se les llame «abuelo» o «cariño» con soniquete y condescendencia. Como si acumular años te volviera incompetente y no haberlos cumplido fuera mérito propio.

Entre canapés de jamón rico con tomate y tartaletas de ensaladilla rusa, Guillermo Hernando (él, sí, 65 años) explicaba un poco en bajo que en la pasada campaña les han quitado muchas ideas, incluso algún lema y algún discurso con comas incluidas. Por eso tardaron tanto en hacer público su programa completo, hartos de plagios descarados. Según este ingeniero industrial experto en Informática, la gente les paraba por la calle, algunos les abrazaban y les lloraban: «Yo me he pateado todo Madrid y había vecinos que nos pedían que por favor, que les arregláramos la acera porque no podían ni pasear y tenían que quedarse encerrados en casa, o que pasaban los días hasta que alguien del Ayuntamiento les llamaba y les atendía. Lo peor, creo, es la soledad no deseada».

Guillermo atribuye el interés que ha despertado Tercera Edad en Acción a que muchos llevaban tiempo desgañitándose en vano, deseando que la voz de los «senior» se escuchara. Cuantitativamente es un nicho de voto que no deja de crecer. Hoy en España hay más de 9 millones de ciudadanos que superan los 65 años. Son más del 21% de la población total y tienen una esperanza de vida superior a las dos décadas. Muchos años por delante para votar, para gastar la pensión. En esta formación política son muy conscientes de ello y se declaran «transversales», no se consideran afines a la derecha ni a la izquierda porque, según su presidenta, «las ideologías están trasnochadas, son algo viejo, del siglo XIX. Lo que ahora hacen falta son soluciones reales para problemas reales. Hay que volver a ser una hermandad, ayudarnos unos a otros. Como hacíamos en otras épocas».

La fotografía que ilustra este texto fue un buen epílogo para una jornada electoral que en Madrid estuvo gris y muy mojada. La alternativa a envejecer siempre es peor, así que, ya que no queda más remedio, mejor hacerlo con dignidad y arrojo. Más como en «El método Kominsky» o «Cocoon», menos como un jarrón chino.