Cultura
Las tres vidas de Malinche... y de Nacho Cano
El espectáculo de Cano cerró ayer su tercera temporada en Ifema
Fin de un ciclo... hasta que comience el siguiente. «Malinche» celebró ayer su última función de la temporada. La tercera ya en su espacio homónimo en el recinto ferial de Ifema. Toca ahora hacer balance del público que, desde el pasado mes agosto, se acercó al Espacio Malinche seducido, por tercera vez, por la heroína mexicana. Pero pinta bien a tenor de las experiencias previas. En sus dos primeras temporadas, la creación de Nacho Cano logró reunir a más de 500.000 espectadores, consolidando su espectáculo como uno de los fenómenos musicales del momento. De hecho, cada temporada presenta importantes novedades. En esta última, todos los viernes por la tarde, a las 17:00 horas, se ha realizado una función en inglés, demostrando la vocación internacional del espectáculo.
La compañía describe la esencia de «Malinche» como «libertad, nuestro lema, que refleja el espíritu de una obra que celebra la diversidad, la historia y la pasión a través del arte». Una frase que podría perfectamente rubricar el propio Nacho Cano. En momentos muy difíciles, el músico no se ha escondido. Ha alzado la voz. Y no le ha importado ponerse en el disparadero, convencido de que la verdad está de su lado. La misma pasión quijotesca que le llevó a poner en pie «Malinche» es la que el músico ha mostrado en sus comparecencias públicas más recientes. Hubo voces que pusieron en duda la viabilidad de su espectáculo. Días como el de ayer les quitaron la razón.
No en vano, esta última producción ha sido el fruto de cerca de diez años de trabajo. Un tiempo invertido en investigación y en el afán del artista por «transportar» al público a los hechos de la forma más fidedigna posible. Sin olvidar esa magia siempre presente en los buenos musicales. Traidora para algunos, nexo de dos culturas para otros, Malinche ha demostrado que la Historia, con mayúscula, más controvertida, puede conciliarse con emociones que son universales en ambos lados del Atlántico. Y de lo que no cabe duda es de que, en Madrid, siempre es bienvenida.