Opinión

Odio el verano, me parece una falta de respeto hacia las personas de bien

Con calor, el verano es una maldición gitana, una venganza africana, un despropósito sideral

Las playas de la costa de Huelva se han llenado de turistas en el primer fin de semana de julio
Una playa de HuelvaJulián PérezAgencia EFE

Odio el verano. Me parece una falta de respeto hacia las personas de bien y por esa razón mi actitud, desde que acaba mayo hasta que empieza a agonizar septiembre, es de sollozo y de lamento. Como si me hubiese dejado un novio o cerrado el bar, como si en el quejío amargo encontrase, no digo ya consuelo, sino una pequeña brisa. Un fresquito, un soplo, un algo. Porque lo que yo odio del verano es el calor. Si al verano le dejáis la luz y las vacaciones y le quitáis esa calima sofocante (pegajosa, insoportable) yo os compro el verano para todo el año. Pero con calor, el verano es una maldición gitana, una venganza africana, un despropósito sideral. Yo, de entrada, desconfío de aquellos a los que les gusta el verano. Como desconfío de los que no les gusta el queso y los que no les gusta la cerveza. No son de fiar: algo traman o algo esconden. Todo está mal en verano, hasta la playa. Porque también odio la playa. La playa, en el campo semántico del verano, contiene todo lo que detesto en la vida: arena, calor, gente desconocida con poca ropa… Lo único bueno de la playa es que democratiza: ahí está todo el mundo bajo un sol abrasador con las chichas al aire. Desprovistos de todo eso que los divide (sueldo, ropa, coche, código postal, ideología, preferencias sexuales, nacionalidad). Tú te sientas en la playa (si puedes, que yo no puedo porque no me da la gana) a ver salir gente del agua y no distingues entre admirables y tolerantes gentes de izquierdas y despreciables nazis de ultraderecha. Solo ves personas mojadas. Si no fuera por el calor (y por el verano, y la arena, y la gente con poca ropa y todo lo demás) la playa sería un buen lugar para quedarse.