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Medio Ambiente
La Navidad multiplica la pesca de los mariscadores furtivos
A los domingueros del furtivismo, que cogen de la playa para autoconsumo, hay que sumar la actividad cada vez mayor de grupos organizados que operan como los cárteles de la droga
Javier, pescador en la Cofradía de Vigo, consulta mientras nos atiende al teléfono la lista de especies y las capturas máximas que puede realizar este mes cada asociado. «Nuestro límite es de seis kilos diarios de almeja babosa, de cuatro kilos de fina y de japónica unos ocho kilos. Pero no se pueden coger estas cantidades máximas de todas a la vez, si coges seis de babosa, solo podrás sacar cinco de japónica», explica. Cada mes la Xunta de Galicia les informa sobre qué pueden y no hacer para garantizar la sostenibilidad de este recurso en las aguas gallegas.
La cofradía cuenta con su propio sistema de vigilancia para evitar el furtivismo, una actividad que se dispara con la llegada de la Navidad. Los precios son uno de los grandes incentivos para quien se dedica a esto. Por poner un ejemplo y siguiendo el análisis de precios de la Organización de Consumidores y Usuarios, el percebe se ha encarecido un 37% en solo quince día (alcanzando los 70 euros el kilo cuando sacaron el informe). Según se acerca la Nochebuena los precios siguen subiendo. De hecho, en 2020 los percebes llegaron a rozar los 300 euros en algunas lonjas ese mismo día. Cada semana, cuenta Javier, se encuentran con algún ilegal en la playa o bien extrayendo almeja de la arena o bien sacando erizos o percebes de entre las rocas. Cuando lo detectan dan parte a la Policía que incauta el producto. Los animales que sigue vivos se devuelven al mar, los que no, se dan a organizaciones benéficas y comedores sociales.
«En los últimos ocho años ha habido unos 7.500 furtivos sancionados», dice Gonzalo Rodríguez, profesor e investigador de la Universidad de Santiago. El grupo de economía pesquera en el que trabaja realizó hace tres años un estudio para determinar cuál era el perfil de furtivo en Galicia y si existe o no cierta permisividad social con esta actividad. Descubrieron que hay toda una variedad de furtivos operando en la costa, desde el llamado dominguero, es decir, el turista o local que coge algunas almejas o lo que pille a pie de playa para consumo propio, hasta los pequeños delincuentes, que además de robos y trapicheos se dedican a coger lo que pueden. En la cúspide están los superfurtivos, verdaderas bandas organizadas «donde uno vigila, el otro extrae, otro transporta... los hay que llevan profesionales, aletas, arpones o que mandan un equipo de seguimiento para que vigile la posición de la policía… Toman muchas precauciones, en muchos casos las mismas que los que se dedican a la droga», dice Álvaro Lago, teniente jefe del Seprona de Pontevedra. Lago asegura, además, que cada vez se encuentran más con estos grupos que con individuos que lo hacen porque no «tienen oficio ni beneficio». De hecho, el Seprona tiene identificados unos 4-5 grupos organizados trabajando en la provincia de Pontevedra.
Cada especie tiene sus características y los furtivos deben trabajar de forma diferente en cada caso. No es lo mismo ir a por erizos a los rocas que extraer almeja en la playa cuando la marea está baja o sacar pulpo y centollos desde una embarcación y con uso de buzos. También cambia la trampa, porque en algunos casos las ilegalidades se dan dentro del sector. «Con el marisco las ilegalidades se cometen cuando se captura más de lo permitido y en lugar de 20 kilos se extraen 40. En vez de venderlos a través de la lonja se dejan sumergidos en algún lugar de la costa. Cuando finalmente se sacan del mar se hace pasar por una captura de ese día. Con la almeja también se blanquea mucha captura a través de las depuradoras. En estas instalaciones (hay unas 40 solo en Pontevedra) en las que pueden entrar hasta 2.000 kilos de producto cada día, hay muchos controles de entrada, por supuesto, pero se juega con las mermas de peso que sufre la almeja por la pérdida de agua», explica el Seprona.
A esto se une la importación de almeja portuguesa: «Sabemos que existen mafias que documentan que vienen de una zona de extracción cuando igual viene de áreas donde no se puede extraer y acaban en alguna depuradora de Pontevedra ya como legales», dice Lago.
Control sanitario
Una de las consecuencias de esta actividad es la falta de control sanitario. En las cofradías trabajan biólogos que garantizan la salubridad de las capturas... La almeja tiene diferentes categorías pero la mayoría tiene que pasar por depuradora antes de ser comercializada. En ellas se depura las posibles toxinas que contenga el bivalvo, por ejemplo E.coli. Incluso hay momentos del año que el mar tiene mayores concentraciones de toxinas de forma natural. Son lo que se conocen como mareas rojas. En estos momentos no es seguro consumir almeja. «Hubo un furtivo que había extraído almeja de una zona C, una de las peor clasificadas en términos de salubridad del agua y la estaba vendiendo. En esas zonas lo que se extraiga solo puede ir a conserva porque una vez cocido se elimina cualquier sustancia tóxica. Aquí se suma un delito contra la salud pública», comenta el teniente. En el mejor de los casos, los furtivos llevan la almeja a alguna finca o restaurante con depuradora privada.
¿Hay cierta permisividad social con esta actividad?, ¿está arraigada en la Comunidad? Lo primero que hay que aclarar es que en región con 1.500 km de costa y con la variedad de productos que tiene es difícil controlar esta actividad ilegal. Además, según el estudio de los investigadores de la Universidad de Santiago, solo hay cierto grado de tolerancia cuando no hay afán de lucro. «Hay muchos tipos de furtivos: desde el turista ocasional que coge para autoconsumo hasta el profesional que vive de coger marisco y tiene organizada su vida para ello: no cuenta con propiedades a su nombre. etc. En medio hay todo un rango de tolerancia. Los que tienen ánimo de lucro en general son rechazados. Sin embargo, la tolerancia surge con el que realiza la actividad por necesidad, o bien porque tienen alguna adicción o bien porque están en paro, y pertenece a la comunidad. No es que la gente lo vea como algo positivo, pero sí como algo menos intolerable. En esos casos, hay personas que prefieren que un furtivo vaya a por marisco que a robar en las casas», explica Rodríguez.
Medio ambiente y ley
El que se dedica a la actividad legal no pasa los controles de tamaño ni por supuesto de cantidad. Cuanto más se saque, mayor será el beneficio obtenido. Así que una de las primeras consecuencias que tiene el furtivismo es la bajada de precio del producto legal. Además, a nivel medioambiental dificulta el control del estado real de los stocks, dato que se utiliza para establecer planes de explotación que garanticen la sostenibildad del recurso.
La captura furtiva de marisco está tipificada como delito solo desde 2015, cuando se cambió el Código Penal entre otras cosas para incluir esta actividad. Era una de las exigencias de pescadores, aunque a día de hoy los expertos consultados coinciden en que no está sirviendo de gran cosa ni las sanciones ni las inhabilitaciones ni, en general, el estado actual de la ley. Y es que, para empezar, los que realizan esta actividad son en la mayor parte reincidentes. Es una de las conclusiones de Rodríguez y su equipo. «En el caso de las almejas el 55% de las sanciones las concentraban 154 furtivos. Para estos superfurtivos, es decir, los recurrentes, la legislación no es efectiva aunque subas las sanciones», dice. «Hay que repensar la legislación porque si son insolventes de nada vale poner una multa de 30.000 euros», añaden desde la Cofradía de Vigo. Rodríguez matiza: «No sabemos cuáles sin las mejores herramientas, porque la prisión quizá sea excesiva si tenemos en cuenta el principio de proporcionalidad de la ley. Igual se podrían imponer trabajos sociales. Incluso, el deterioro del recurso está considerado como agravante en el artículo 335 del Código Penal, pero el tema es que es complicado demostrar que en una zona concreta está desapareciendo una especie por la actividad ilegal. Luego hay que tener en cuenta de qué producto hablamos, porque el marisco es un recurso natural, pero mucha de la almeja se cultiva», matiza Rodríguez.
Llega la polémica de los pulpos criados en cautividad
Otra de las víctimas del furtivismo es el pulpo, un manjar preciado y cada vez más consumido en el mundo. La presión sobre esta especie ha hecho que desde hace años se haya investigado con la posibilidad de criarlos en cautividad, pero durante mucho tiempo su cría ha traído de cabeza a los científicos que no lograban que ningún ejemplar llegara a la edad adulta.
Sin embargo, esto parece haber cambiado. Recientemente la empresa Nueva Pescanova ha anunciado la apertura de la que debería convertirse en la primera granja para la cría en cautividad de esa especie en la localidad de Las
Palmas de Gran Canaria. Pero con el anuncio se ha desatado la polémica. El clamor de parte de la comunidad científica se ha dejado sentir, porque diversos trabajos concluyen que los pulpos son seres sensibles capaces de sentir dolor o alegría. De hecho, el gobierno británico trabaja en una ley que catalogaría a esta especie y otros crustáceos en la lista de especies que pueden sentir. Habrá que esperar a ver qué pasa con la granja de pulpo, porque hay que recordar algunas situaciones pasadas que han protegido a ciertas especies. Por ejemplo, Suiza prohibió hace tres años cocer las langostas vivas.
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