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Charles C. Mann: "Colón provocó la mayor convulsión biológica desde la muerte de los dinosaurios"
El escritor y periodista estadounidense acaba de publicar en español un libro en el que desgrana cómo la llegada de los españoles a América abrió una nueva era ecológica e hizo que surgiera "un nuevo mundo globalizado"
Los barcos que cruzaron el Atlántico tras la llegada de Colón a América, transportaban seres humanos, pero también plantas y animales. Se inició así un proceso llamado "Intercambio Colombino", que llevó el maíz a África, el boniato a Asia, los caballos a América y el eucalipto a Europa; trasladó organismos como insectos, ratas, bacterias y virus, generando lo que para el escritor Charles C. Mann fue "la revolución biológica más importante desde la extinción de los dinosaurios". Porque el viaje de los españoles no "descubrió un nuevo mundo, lo creó". Esa es la tesis de su último libro, 1493. Cómo el descubrimiento de América transformó el resto del mundo (Capitán Swing), el periodista muestra cómo los continentes dejaron de ser autónomos, sentando el precedente del actual planeta globalizado.
¿Qué implicó la llegada de Colón a América en términos ecológicos?
Durante millones de años antes de 1492, los hemisferios oriental y occidental estaban completamente separados; sus ecosistemas se habían desarrollado de forma independiente casi por completo. (Digo «casi» porque unas pocas criaturas lograron cruzar entre los hemisferios, pero fueron excepciones). Colón y los que le siguieron acabaron con esa separación de un plumazo. Miles de especies de Eurasia y África pasaron a América y viceversa. El resultado fue la segunda mayor convulsión ecológica de la historia. Ese «Intercambio Colombino» es la razón por la que hay tomates en Italia, naranjas en Florida, chocolate en Suiza o chiles en Tailandia.
¿Ese intercambio fue un desastre ecológico o una inevitable revolución biológica?
Me parece inverosímil que se hubiera podido mantener la separación de los hemisferios, así que, en ese sentido, el Intercambio Colombino parece inevitable. Sin embargo, podría haber ocurrido de maneras diferentes y, en ese sentido, no tuvo nada de inevitable. Es posible imaginar un proceso más lento –uno que, por ejemplo, no comenzara con Colón sino con Pedro Álvares Cabral, que desembarcó en Brasil en el 1500–, y que se desarrollara con menos consecuencias negativas para los pueblos indígenas... O, incluso, una como la imaginada por el escritor francés Laurent Binet en su novela Civilizaciones.
Pero, ¿es justo juzgar el impacto ecológico de la conquista con los criterios actuales?
Una pregunta complicada. Colón y Cortés no tenían ni idea de que las enfermedades estaban causadas por microorganismos. Pero, a la hora de evaluar el impacto de la Conquista, sería absurdo que hoy pretendiéramos que no conocemos los gérmenes. Al mismo tiempo, sería igualmente insensato imponer ciegamente las normas éticas actuales para evaluar su impacto. Parece más justo considerar a esas personas del pasado en función de sus propias ideas. Pero al decir esto deberíamos tener cuidado con cuáles eran realmente esas ideas. Es cierto que muchos españoles de la época creían sinceramente que llevar el cristianismo y otras ideas europeas a los habitantes de América era tan valioso y bueno que merecía la pena el coste humano. Pero también es cierto que muchos otros se opusieron firmemente, y yo destacaría especialmente a la Escuela de Salamanca de los dominicos, cuyos miembros más conocidos son Domingo de Soto, Francisco Suárez y, sobre todo, Francisco de Vitoria. Así pues, si se quiere juzgar el pasado por sus propios criterios, hay que preguntarse si nos referimos a los de Cortés o a los de Francisco de Vitoria. España tiene una increíble tradición de derechos humanos, quizá la más antigua del mundo.
¿Hasta qué punto infravaloramos el papel civilizador del Imperio español en las Américas frente a la narrativa de la mera explotación?
«Civilizar» es una de esas palabras, como «realidad», que nunca deberían escribirse sin comillas. He conocido a muchos nativos que piensan que mis antepasados ingleses eran bárbaros incivilizados y los suyos, gente ilustrada. Yo diría, en cambio, que el intercambio entre europeos y nativos americanos inaugurado por España tuvo enormes consecuencias positivas y enormes consecuencias negativas. La tragedia reside en su desigual distribución.
¿Debería reivindicarse más a Legazpi como el verdadero inicio del comercio global?
Sí. Legazpi y el nexo hispano-filipino son, en muchos sentidos, el verdadero comienzo de nuestro moderno mundo globalizado. Se podría decir que nuestro actual presidente [Trump] está tratando de desbaratar el mundo globalizado puesto en marcha por Legazpi y el Imperio español. Yo añadiría que llega unos 400 años tarde [se refiere a la crisis del siglo XVII].
¿Qué papel desempeñó el conocimiento agrícola indígena en este intercambio biológico, y fue reconocido por los españoles?
La agricultura indígena desempeñó un papel enorme en el intercambio biológico. Traer maíz, patatas, tomates, mandioca, boniatos, cacahuetes, calabazas, chiles, aguacates, etcétera, transformó la agricultura europea, lo que no sólo transformó las economías europeas, sino también la cultura europea. Por lo que sé, esto se entendía mejor entonces que ahora, porque el propio éxito de la agricultura actual -mpulsada en parte por el Intercambio Colombino- ha hecho posible que la gente moderna no entienda su profundo papel en nuestras sociedades y culturas.
¿Se ha exagerado el impacto negativo europeo, cuando también se introdujeron avances técnicos, legales, religiosos y sociales?
«Avances» es otro término con el que hay que tener cuidado. Si eres cristiano, la difusión del cristianismo –el «avance religioso» que mencionaste– es obviamente algo positivo. Pero si eres hindú o budista, quizá no tanto. Lo diría así: los impactos duraderos de 1492 fueron más biológicos que técnicos, y fueron tanto buenos como malos.
¿Diría que el legado ecológico de la Hispanidad en América fue más equilibrado que el de otras potencias coloniales posteriores?
Es difícil de decir. España fue la primera, y la primera siempre tiene más impacto. España, Francia, Inglaterra, Portugal y los Países Bajos introdujeron caballos en América. Pero España lo hizo primero, y fueron los caballos españoles los que afectaron profundamente a las culturas indígenas del oeste norteamericano. Así pues, la cultura ecuestre española tuvo un impacto desproporcionado, pero no tanto por sus características únicas (aunque sin duda las tenía) como porque España fue la primera.
¿Puede el presente aprender del modelo de mestizaje e intercambio cultural del mundo hispánico como camino a seguir ante el actual choque de civilizaciones?
Esta es fundamentalmente una cuestión de opinión, más que de hechos. Así que le daré mi opinión: sí. En Estados Unidos y Canadá, decir que las culturas indígenas afectaron a las principales culturas estadounidenses y canadienses es controvertido. En América Latina, el impacto se acepta como algo natural. Y esto significa que, en cierto modo, la importancia de las sociedades indígenas se entiende mejor en América Latina que en el norte. Nada es perfecto (no existe una condición de victoria permanente para ser humano, como ha señalado el escritor Bruce Sterling), pero el intercambio cultural es bueno.