
Cultura
Escavy, el traductor de la música en formas y colores: "La creación es lo más hermoso que existe"
Ricardo Escavy (Calasparra, 1979) es un artista plástico, visual y poliédrico que ha expuesto en Nueva York y ahora presenta sus nuevas obras en Valencia

Ricardo Escavy (Calasparra, 1979) es un artista plástico, visual y poliédrico. Se formó en Bellas Artes en la facultad de San Carlos de Valencia, pero también ha cursado estudios superiores en la materia en Caracas, Venezuela, en el año 2001. Su última exposición le lleva de nuevo a la Ciudad del Turia a exponer su último trabajo, pero este calasparreño ya sabe lo que es mostrar su obra en Nueva York, en concreto, en la Artifact Gallery de la Gran Manzana. Sus anillos y sus pendientes delatan no solo su pasión y su sensibilidad por el arte, sino que su ademán ante la vida respira actitud y rock and roll. De hecho, su obra está muy vinculada a la música, como la que él crea con sus propias manos. Merece la pena leerle en este cuestionario que responde rápido a LA RAZÓN. Los expertos le definen como un artista capaz de “atrapar el tiempo sonoro”. Es simplemente Escavy.
¿En qué punto se encuentra su trayectoria profesional?
Estoy en un momento magnífico, puesto que acabo de inaugurar mi último proyecto ‘Eucromía’ en ‘Shiras Galería’ de Valencia. Una serie de piezas de carácter volumétrico suspendidas en la pared, realizadas en aluminio esmaltado y en metacrilato de colores, que ha supuesto un cambio sustancial en lo que a metodología de trabajo se refiere. Ya que estoy instalado en la pintura y, pasar de las dos a las tres dimensiones, ha dejado ver una serie de resultados, tanto a nivel concepto como a nivel formal, que dan pie a desarrollar mi trabajo hacia nuevos horizontes y eso, para cualquier creador, es capital. Además, ha tenido una acogida tremenda del público y el coleccionismo, con lo que estoy doblemente contento y agradecido.
¿Cuál es la esencia de ‘Eucromía’ y cuál ha sido su fuente de inspiración para ‘parir’ esta muestra?
Ha sido la necesidad de búsqueda constante que, en el caso de ‘Eucromía’, lo ha propiciado el interés por acudir al origen, a la síntesis de la forma, hablando en términos geométricos, claro está. Descartar lo superfluo, para capturar lo esencial y otorgarle al color el valor principal estructural de la obra, que pretende generar ilusiones ópticas e imposibles en las percepciones de quienes la contemplan. Y, para ello, he vuelto a visitar a los grandes maestros del suprematismo, el constructivismo e, incluso, en el neoplasticismo de las primeras vanguardias. Para pasar después a revisar las tendencias racionalistas de las segundas vanguardias, como la ‘Nueva Abstracción’ americana de Frank Stella, o el arte cinético de Alexander Calder. También entran dentro de la ecuación los cinéticos y ópticos de América Latina. Y de España, el trabajo de artistas como Elena Asins, Eusebio Sempere, Soledad Sevilla o José María Yturralde, entre otros. Todo esto, filtrado a través de mi lenguaje visual propio, donde reside el sonido y la música. Cercano, en ocasiones, a la estética de la señalética urbana y a la cultura visual del presente.
¿Qué influencia tiene la música en su forma de entender el arte plástico?
La música forma parte de mi vida, ya que toco el piano desde niño y, aunque no me considero músico, si que me ocupa un lugar privilegiado en mi día a día. Escuchar música desde que me levanto hasta que me acuesto, juguetear componiendo pequeños pasajes, tocar el piano, la guitarra o cualquier otro instrumento que caiga en mis manos, hace que mi obra se impregne de manera intencionada o desintencionada del sonido. Tanto es así que, en proyectos anteriores a ‘Eucromía’, ha tenido una relevancia determinante en ellos. Como se puede ver, por ejemplo, en mi serie ‘TNT’ (‘The Noise Time’), donde animaciones visuales relacionaban lo gráfico y lo sonoro de manera tangible. O mi obra ‘PGS’ (‘Piano Graphic Simulator’), en la que el observador podía, al interpretar una pieza en un teclado MIDI, comprobar visualmente el resultado gráfico simultáneo de lo interpretado en una pantalla. Constatando con ello correspondencias perceptivas evidentes entre lo gráfico y lo sonoro o, como dice muy acertadamente Pedro Medina (comisario y crítico de arte), un traductor de sonido a gráfica.
Si tuviera que elegir dos obras representativas de su última exposición, ¿cuáles son sus favoritas y por qué?
Cada pieza tiene su singularidad, por la cual, es especial para mí. Si no fuese así, no existiría, ya la habría modificado o destruido. Aunque, si tuviese que decir alguna sería ‘El bucle azul’ , metacrilato ensamblado. 167,5 X 107,5 X 08,5 cm. Año 2025; ya que fue la primera idea del proyecto. Una figura imposible a modo de lazo infinito, resuelto en dos tonos que armonizan a la perfección el negro y el ultramar. Y ‘Reflexión 03’. Esmalte sobre aluminio. 134,5 X 73,5 X 10 cm. Año 2025; otro imposible que dialoga con el que mira, entre un juego de volúmenes ópticos y físicos, utilizando la complementariedad de las tonalidades verdes y magentas.
Usted ha expuesto en salas extranjeras como la Artifact Gallery de Nueva York. ¿Se cuida más el arte fuera que aquí?
He expuesto en Nueva York ya en dos ocasiones, pero en el Moma todavía no, sería extraordinario hacerlo. Yo trabajo desde hace ya casi una década con ‘Artifact’, en el Lower East Side de la isla de Manhattan y con ‘Shiras Galería’ en Valencia, y debo decir que el arte contemporáneo se cuida de manera muy especial en todo el mundo o, al menos, desde mi experiencia. Pienso que la diferencia reside y, lo he comentado ya en alguna ocasión entre compañeros y círculos más distendidos, en que el mundo galerístico de España y Europa está casi sacralizado. Donde el cliente o ‘posible cliente’, le impone respeto entrar a un espacio casi vacío con un mostrador al fondo, donde se intuye la parte superior de una cabeza y nadie le interpela interesándose por sus inquietudes mercantiles. A diferencia de Nueva York, donde la galería de arte es un espacio que se habita por un gran público con total naturalidad, como el que entra a cualquier otro tipo de comercio, ya que nunca puedes saber quién puede entrar por la puerta, ni su interés con el ‘producto’ que tienes en venta. Porque no olvidemos que una galería de arte es un negocio de venta al público, especializado o no y, el que decide entrar, sabe que lo que allí se vende tiene un alto valor económico, como el que entra a un concesionario de Ferrari o Bentley.
¿Qué consejos le daría a un discípulo que quisiera dedicarse a su disciplina?
No soy yo mucho de dar consejos, aunque si podría decir los que me han dado y me dan resultado en mi día a día como pintor. Que no desfalleciese, que no parase de trabajar y de creer en su proyecto. La creación es lo más hermoso que existe, puesto que es capaz de evocar emociones en otros, es casi mágica. Por ello, debe ser rigurosa y exige compromiso. El compromiso y la constancia serían esos dos grandes consejos infalibles, para que el trabajo creativo de cualquiera sea exitoso, al margen de tener o no repercusión. Y disfrutarlo en sus múltiples facetas.
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