Opinión

A la caza del jubilado

A los mayores les sacan una piruleta de colores como si fueran niños a modo de flauta del mago de Hamelin que hará que las pensiones rata se conviertan en hermosos cerdos de pata negra, de esos de los que no se desperdicia nada, una pensión como dios manda, no una cochinada cualquiera. Tanto Pacto de Toledo y qué fácil era todo. Los de la nueva política, que ya no lo es, aunque sigamos llamándola así, y los tontos que la imitan deberían padecer pesadillas infantiles por mentir a los viejos. Por un lado los «guays» de Ciudadanos, que parece que cuando ven a alguien que ya ha pasado de los cincuenta lo mira como un objeto obsolecente de Apple al que encima hay que seguir cargando la batería. Los viejos, creen, son como Rajoy, unos señores que no quieren líos. En las filas naranjas puntúa a la baja eso de cumplir años. No se pierdan en circunloquios políticos y argumentarios vacuos. Digan la verdad a nuestros padres. Mi madre, un ejemplo, está deseando escucharles. Pero en su pueblo sólo se habla de que van a quitar una estatua de un general que luchó con Franco. Con sus votos de memoria histórica. Mírenla a los ojos y confiesen que ustedes solos tampoco tienen la solución. A esas mujeres de venas marcadas en manos pequeñas y a los hombres machistas, porque así fueron educados, pero que intentaron hacerlas felices, muy felices, como ellas a ellos. Héroes y heroínas merecedores de un respeto, no de un pitorreo en una sesión de control. Hasta aquí hemos llegado. Podemos directamente no los quiere más que para hacer demagogia calceta. Piensan que esa población mayor es la culpable de que no ganen las elecciones. Por eso plantean que voten los de dieciséis y por supuesto que cambien de sexo cuando les dé la gana. Llegará el día en que pidan que su sufragio puntúe la mitad. En peores distopías nos vemos. A las viudas también podrían darle esa posibilidad. La del sexo. Para cobrar más, digo. Quieren indignar a los jubiletas ya que los del botellón vomitaron la borrachera de buen rollo. La izquierda también envejece. Y la ultraizquierda, ultraenvejece. Conozco octogenarios más jóvenes que Pablo Iglesias. No andan tan rápido, pero convierten a sus señorías en unos carcas que piensan a cámara lenta. Los socialistas, que saben lo que es gobernar, merecerían palabras tan gruesas que decido no reproducirlas. Y a Montoro, en fin, que haga bien las cuentas aunque sea en papel de estraza. Pacten de una vez y no traten a los jubilados como imbéciles a los que se lleva de excursión.