Opinión

Traidor en Jafre

He seguido con la prevención a la que obliga el vértigo los últimos ataques contra Albert Boadella en Jafre. Hay que ser muy canalla, abyecto y ridículo para intentar injuriar así al primer dramaturgo del país. Me refiero a España, claro: si sólo lo fuera de Jafre (población, 393 habitantes), el mérito sería dudoso. Con tan apoteósico censo necesitas poco para ser el primero. En sitios así ocupar el podio en la olimpiada facha, ejercer como plusmarquista de la xenofobia, ser el más macarra y hortera e ir a toda hostia por la carretera está al alcance de cualquier pobre hombre (o mujer). Aunque, de nuevo, si abrimos el teleobjetivo la cosa luce cruda: en Cataluña, abril de 2018, encontramos dos millones de personas encantadas de votar formaciones políticas obsesionadas con inaugurar puestos fronterizos y dispuestas a todo, y lo primero la destrucción de la Autonomía y el Estatuto, con tal de privar de derechos políticos al resto de españoles. No otra cosa es el derecho a decidir. Mi derecho a votar sobre algo que es de todos mientras tú, centralista de mierda, juntaletras franquista o apestoso jacobino, cierras la boca y bailas. Pero estaba con el gran Boadella. Por las calles de Jafre desfiló el otro día una pequeña/gran manifestación solidaria. Un gesto urgente para apoyar al genio y resistir de paso en las fauces del totalitarismo. Las crónicas hablan de bisbiseos tras las ventanas, cortinas a media asta, cámaras y teléfonos que grababan a los extranjeros desde la tiniebla del visillo mientras tomaban nota de heterodoxos y herejes. En la granja napoleónica todo disidente a la eyección lacrimal que debe de provocar la neopatria, todo fugitivo de la emoción obligatoria, quien muestre su estupor ante la idea de que el Amado Líder levite varios palmos por encima de la ley y los jueces, el desafecto y el revoltoso en la granja chauvinista, será señalado, injuriado, perseguido y, finalmente, desterrado. Cómo no van a odiar Boadella las principales víctimas de su talento. En la Ítaca del fanatismo a la bandera y la patria no hay lugar para la inteligencia. Los Boadella, los Chaplin, los traidores e iconoclastas que sacan la lengua al paso del rey y gritan que está desnudo, sólo tienen sitio como exiliados. Pero como cantaba Mavis Staples, «We’re fighting for our freedom. We shall not be moved...».