Opinión
¿Quién paga realmente el Impuesto sobre Sociedades?
1 de mayo: Día Internacional de los Trabajadores que los sindicatos neoverticales de España aprovechan para reivindicar un conjunto de políticas económicas que terminan dañando a esos mismos trabajadores». Podemos encontrar un elocuente ejemplo de esta definición en las habituales consignas sindicales a propósito del Impuesto sobre Sociedades.
Como es sabido, los sindicatos reclaman continuamente incrementos del tributo que grava los beneficios corporativos: ¡que las empresas soporten una mayor fiscalidad para financiar más políticas sociales que beneficien a los obreros! Más allá de la discutible moralidad de semejante propuesta (¿es legítimo robar parte de los ahorros de millones de accionistas para entregarle ese botín a otra porción de la población?), su aplicabilidad real resulta harto discutible.
A la postre, que el sujeto pasivo de un impuesto (el sujeto obligado legalmente a pagar el impuesto) sea una empresa no equivale a que sea esa compañía la que termine soportando el coste económico del impuesto: y es que muchos sujetos pasivos pueden trasladar la mordida impositiva a otras personas. Por ejemplo, las subidas del IVA tiene que abonarlas supuestamente el consumidor, pero en ocasiones lo pequeños negocios se sienten incapaces de trasladarle el sobreprecio al comprador, de modo que terminan asumiéndolas contra su margen de beneficios: en tal caso, el mayor IVA no lo pagará realmente el consumidor, sino el pequeño negocio. Pues bien, con el Impuesto sobre Sociedades ocurre algo similar. Aunque en teoría es abonado por las empresas a partir de sus beneficios, en la práctica su coste es soportado por los trabajadores. ¿Por qué? Por dos razones. La primera es que un mayor impuesto a los beneficios implica una menor inversión empresarial y una menor inversión empresarial supone menores salarios futuros. La segunda es que algunas empresas con suficiente poder de negociación pueden terminar trasladando el sobrecoste impositivo negociando a la baja unos menores salarios. ¿Son tales planteamientos un mero ejercicio intelectual totalmente desconectado de la realidad? No, en absoluto. Recientemente, los economistas Clemens Fuest, Andreas Peichl y Sebastian Siegloch han publicado un ensayo en «American Economic Review» donde se recoge su investigación acerca de los efectos del Impuesto sobre Sociedades en Alemania durante los últimos 20 años.
Y la conclusión es que las subidas de este tributo –el mismo que desean disparar en España los sindicatos– han sido soportadas en un 50% por el conjunto de los trabajadores... y en más de un 50% por jóvenes, mujeres y obreros poco cualificados. En definitiva, cuando los sindicatos reivindican mayores impuestos sobre los hombros de las empresas están, en parte, clamando por unos menores salarios para los trabajadores menos favorecidos. ¿Es esto lo que nos merecemos para este 1 de Mayo? No, si de verdad nos preocupan los trabajadores deberíamos estar exigiendo menores impuestos para ellos y para las empresas en las que trabajan. Menos tributación, mayor inversión, mayores salarios y menor confiscación estatal de los mismos.