Opinión

Elemental, Watson

En sus primeros pasos a la dudosa luz del día al presidente Sánchez no hay quien le enfrente siquiera dulces objeciones. Caminando sobre lo obvio, lo políticamente correcto y el «buenismo» (olvidando que el infierno está empedrado de buenas intenciones) parece en su arranque el Zapatero bis en su primer mandato y desarma al más enconado adversario. ¿Quién va a objetar la feminización de su Gobierno? ¿Quién osa discutir que un astronauta pilote la investigación? Ante un separatismo rampante ¿Cómo no suscribir el estatismo jacobino de Borrell? Y así hasta la Cultura en manos de un periodista cuando Plácido Domingo habría aceptado el encargo. «Elemental, querido Watson», frase recurente que sir Artur Conan Doyle colocaba en boca de Sherlock Holmes al dirigirse al doctor amigo que vigilaba su adicción a los opiácios.

Cuando accedió Rajoy al Gobierno propuso una larga lista de medidas concretas con más ajuste que gasto; no exactamente las lágrimas, sudor y sangre churchilianas pero en sus aledaños. Sánchez anuncia un derrame de dinero público que será aplaudido por los desavisados. No sabemos que será eso de «rescatar a los jóvenes» pero si se les lanza un flotador costará dinero. Nadie se va a oponer a un alto comisionado para la pobreza infantil (elemental) aunque suene a las emergencias de Sudán del Sur o a la erradicación de la violencia machista, o a un ingreso mínimo o a subidas salariales generalizadas. Todo ese programa, que debió ser expuesto en la moción de censura, es tan elemental como el cuento de la lechera o la utopía de la Arcadia Feliz. Apuntalar las pensiones con impuestos al negocio financiero no bastará y los Bancos trasladaran esa fiscalidad a los clientes, pero es aceptable por la ciudadanía. El pacto constitucional, ¿Qué supone?: ¿enmiendas o futuras Cortes constituyentes? Elemental, querido Watson.