Opinión
Y si hay que gritar...
Las sauditas están felices porque pueden sacarse el carnet de conducir, aunque todavía no pueden abrir una cuenta, viajar ni operarse sin el permiso de un hombre. Aquí, las mujeres hace mucho que dejamos de ser ciudadanas de segunda pero seguimos necesitando «puntos violeta» donde denunciar acoso y abusos, y nos dolemos de que la manada esté pastando en libertad por muy condicional que sea. Imágenes como la de «El Prenda» celebrando fiestas cada noche o pidiendo que se le deje hacer esa vida normal que su víctima quizá no pueda recuperar jamás, agitan los jugos gástricos dejando una acidez en la garganta que te obliga a vomitar de golpe todo lo que todavía tenemos que aguantar. No es que de pronto nos hayamos vuelto locas. Por lo general somos gente de orden que cree en la Justicia hasta que se convierte en la gota que desborda el pantano.
Lo mismo que hay más niños asesinados pero a todos nos conmovió el del pequeño Gabriel; o que el «Lifeline» sigue a la deriva pero todos nos hemos volcado con el «Aquarius», el caso de «La Manada» no es el único pero es el que nos está obligando a dejar claro que hay dos clases de Justicia: la que se imparte con toga y la que dicta el sentido común, que carece de artículos pero que empieza a tener bastante más predicado que oraciones subordinadas. Y lo que te dice el sentido común es que si «El Prenda» y sus morlacos tienen derecho a la libertad y los demás derecho a vivir sin miedo, o sea libres, las leyes deben priorizar el bien de la mayoría. Sé que según el Código Penal esto es una memez, pero quizá haya que reformarlo para que estas memeces se conviertan en algo serio. Y si para ello tenemos que salir a la calle a gritar, pues se grita.
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