
Y volvieron cantando
Permanecer no es gobernar
No se gobierna, se tuitea, se espera desde las instancias del poder con puro pánico al siguiente Salazar o Santos Cerdán
El pleno «anticorrupción» del miércoles nos dio la medida. Resulta casi enternecedor el decidido empeño de la dirección socialista –especialmente de quienes forman parte del Gobierno– por remarcar el hecho de que, a pesar de los casos de corrupción que acorralan al ejecutivo, la línea de acción permanece intacta a la hora de seguir desarrollando sus políticas atendiendo a la encomienda de un supuesto porcentaje mayoritario de ciudadanos que optaron hace dos años en las urnas por vetar la entrada de la «extrema derecha» en el poder. «Somos más», decía Sánchez arrogándose desde el minuto uno de la noche electoral –sabía lo que decía– el apoyo de un prófugo de la justicia que además es extrema derecha. La huida hacia adelante del actual gobierno de coalición lee la misma partitura tanto en la parte socialista como en la de Sumar a pesar de los «enfados» de una Yolanda Díaz por la falta de respuesta ante la corrupción que ni por asomo le hacen replantearse su permanencia en el Ejecutivo –ni a ella, ni al elenco de dirigentes de la plataforma Sumar bien amarrados a sus asientos ministeriales–.
El empeño por diferenciar el tsunami de corrupción y la labor de gobierno quedaba en evidencia hace ya varios meses teniendo en cuenta que llevamos demasiado tiempo sin dar fe de una sola iniciativa relevante sacada adelante en el Parlamento ante la falta de apoyos de los socios de investidura, que hoy se limitan a justificarse ante sus feligresías negando el pan y la sal al Gobierno sustentado por un partido bajo sospecha de financiación irregular, pero manteniéndolo con la respiración asistida que supone no apoyar una moción de censura y de paso alargar una legislatura estéril por si a la vaca aún se le pueden exprimir unos últimos mililitros de leche.
En este punto del año, en España solo se gobierna gracias al piloto automático que garantizan los servicios generales, pero cuando vienen mal dadas, caso del caos ferroviario y aeroportuario, la inanición de los ministerios de turno es solo proporcional a la paciencia franciscana de unos ciudadanos sorprendentemente resignados. No se gobierna, se tuitea, se espera desde las instancias del poder con puro pánico al siguiente Salazar o Santos Cerdán; se demora en definitiva un final que para muchos sacerdotes del sanchismo será el de su enterramiento vivos junto al faraón. Esa ha sido su elección.
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