Opinión
Los presitos
Hasta en la cárcel y entre los que sufren condena en la calle hay ciudadanos de primera y de segunda regional. Para la política, la delincuencia es una cuestión de ideología. El robagallinas no tendrá su minuto de gloria en el «prime time» de la sesión de control. El populismo es también una cuestión penitenciaria que se salta la reja como los almonteños la de la Virgen del Rocío. Enconmendándose al altísimo. A La Manada hay que darle publicidad para que luego llegue el Gobierno y decida una defensa incongruente de las mujeres, como si los jueces no las protegieran ya. La alarma social como vejatorio argumento. Las cámaras de televisión como penitencia. Escalofriante. Si España no estuviera pendiente de ganar por el VAR jugaría a triunfar en otro campeonato. Mucho me temo que en esta fase de reforma mental en la que nos lobotomizan los sentimientos está el pueblo más por la marihuana de Iglesias. Colocados de mentiras entre cortinas de humo. El partido se juega entre los políticos encarcelados por golpistas que a punto estuvieron –o están– de buscar la ruina a un país entero que remueve el caldero del odio, y los etarras de los que ahora debemos sentir pena porque sus familias han de viajar unos pocos kilómetros para verles. Pobres.
Se empieza a escribir otra novela. Los del golpe de Estado son hombres de paz que buscan el diálogo, lo buscaron tanto que promulgaron la república catalana unilateralmente. Junqueras hablaría con Dios que suple a todos los mortales. Cuando se tiene línea directa con el altar, a quién le importa lo que sintamos los pecadores. Bajar los decibelios, lo llaman ahora. Tanto que el ruido ha acabado por dejarnos mudos. Se trata de que los malos no lo parezcan tanto. ¡Pero si hasta Serrat va a verles no pueden ser ogros que se comen a los niños! El acercamiento de los presos etarras ya estaba esbozado. Pretendían que fuera sin publicidad, por lo bajini, incluso con Mariano Rajoy en el poder, pero a Sánchez le va el márketing. Siempre pierden los mismos, los indefensos, los débiles, los parias de la Tierra. Las víctimas han de pasar de nuevo por el sufrimiento que provoca la «real politik», sentirse monedas de cambio entre los mercaderes del templo. A la cara se les dice una cosa y por la espalda apuñalan las promesas. Con esta manada de bestias, tanto vascas como catalanas, se impone la condescendencia. Ya se orientará a la turba idiotizada para que apedreen a presuntos. Los presitos, al cabo, son de la época franquista, la anterior a la moción de censura.
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