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Opinión

Vida normal

«Cuando salga de aquí, quiero volver a ayudar a mi mamá a vender». Ese es el deseo de uno de los niños atrapados en la cueva de Tailandia. Otro ha expresado su anhelo de que su familia no se olvide de organizarle su fiesta de cumpleaños , ya que tuvo que pasarlo en el interior de esa cueva. Cuando algo o alguien nos arranca de nuestra vida habitual, solo podemos pensar en volver a la normalidad, desear la vida de antes, ese oasis diario que quizá por tenerlo, no apreciamos lo suficiente.

Esos niños están transitando por un laberinto claustrofóbico de grutas que les devolverá a la normalidad. Esa insólita cueva se ha convertido en las entrañas del mundo que observa con la respiración contenida el desenlace del rescate, todos pendientes de esa caverna, de esos niños, de esos padres que ya no saben si gritar, llorar o rezar. Y también de esos buzos salvadores que incluso han dado su vida para salvar la de otros a quienes ni siquiera conocen. Para ellos, lo normal. Lo normal debería estar más revalorizado en nuestra sociedad. La normalidad es el nuevo paraíso. De hecho, nunca ha dejado de serlo aunque el destello de algún espejismo de lo excepcional nos deslumbre y nos ciegue temporalmente. No hay nada como una vida normal, aunque esa normalidad , en cada persona, se asiente sobre diferentes parámetros. Si tendiéramos a normalizar la vida, los supuestos problemas serían menos y carecían de una impostada importancia que nos hacen creer que algo parece más grave de lo que verdaderamente es. Vida normal; por algo la prescriben los médicos en situaciones complicadas.