Opinión

¡Prohibido!

Cuando el viernes escuchábamos, –por si no había suficientes melones abiertos en el arranque de este caliente otoño político– al líder de Podemos descolgarse con otra de sus imaginativas «propuestas», esta vez a propósito de la convocatoria de un referéndum para suprimir en España los festejos taurinos, se me hacía muy difícil arrogarle, si acaso la cuarta parte de «chispa» política o de capacidad de iniciativa para abanderar los grandes enunciados del argumentario de la izquierda de los que hacía gala hace poco más de un par de años. El Pablo Iglesias de hoy, el padre de familia, el diputado con unos primeros añitos acumulados en el Congreso, el dueño del más mediático «casoplón» de este país y además «vicepresidente» en la sombra, asiduo visitante de La Moncloa, a la que ya ve como una segunda casa, se está quedando sin banderines de enganche.

Ya no quedan promesas de un mundo mejor para los descastados ni asoma rastro alguno del germen de aquel «15-M» que le catapultó, primero a las tertulias y a continuación a la primera línea política. Proponer una consulta a los españoles a propósito de la prohibición o no de la fiesta de los toros evidencia la dificultad de la formación podemita para rascar argumentos que supuestamente conectan con su potencial electorado. El cajón de las reivindicaciones está vacío y solo queda el de las ocurrencias. Iglesias llevó en volandas a Sánchez a La Moncloa, todo por «matar» a Rajoy pero tal vez no calculó las consecuencias de lo que significa en política ser muleta de quien gobierna y claro está, no ha quedado bandera de la izquierda que no le haya sido arrebatada por el PSOE del propio Sánchez al menos en sus primeros pasos, tras el fogonazo inicial de un gobierno «pintón» que ya no lo parece tanto. Ha ocurrido con la inmigración y los primeros «numeritos» frente al «Aquarius», también con la ya insufrible «matraca» a vueltas con la exhumación de los restos de Franco, ha ocurrido con la agenda social por mucho que sea imposible de cumplir y hasta con la igualdad de género por aquello del Gobierno «feminista» con mayoría de mujeres en el Consejo de Ministros.

El resultado parece obvio, el PSOE recupera banderas y sube –a pesar de enanos que ya le juegan al baloncesto– y Podemos retrocede sondeo tras sondeo. Queda por lo tanto la búsqueda desesperada de unos conejos en la chistera que van a dar poco de sí de aquí a próximas –y puede que en algún caso– inminentes convocatorias electorales y queda lo de siempre en el ADN de la izquierda radical, la obsesión por cargar sobre los ciudadanos vía referéndum el peso de una responsabilidad que cuando conviene no se ejerce –«es el de los toros un asunto muy complicado» decía Iglesias– y sobre todo una obsesión prohibicionista tan vieja como la URSS de Stalin y Kalinin y tan actual como la Corea de Kim Jong-un. Prohibir obras y planes urbanísticos, prohibir negocios en una sociedad libre también en su mercado, prohibir la Semana Santa, los Reyes Magos, las preguntas incómodas en ruedas de prensa, la caza, los toros... prohibir, prohibir, prohibir... Lo que habría disfrutado Iglesias vestido de púrpura antes del concilio Vaticano II.