Opinión
Vivir a medias
No quiero echar más leña al fuego en la tristeza del padre del bebé fallecido esta semana en Hortaleza. Pero pensar en él y en esa pequeña olvidada en el asiento trasero de su coche de ventanillas tintadas, que la ocultaban de cualquier posible salvador, me provoca, además de horror, un enorme enfado. Verán, los niños no vienen con ningún manual de instrucciones bajo el brazo. Y los padres nos podemos equivocar. Pero este olvido va más allá de un simple error perdonable. El padre ha cometido un homicidio. De manera involuntaria, pero ha matado a su hija. Sé que en su falta lleva ya la penitencia.
Que jamás podrá olvidar lo ocurrido y que vivirá a medias y para siempre, esa vida que, a partir de ahora, no será vida para él. Y sé también que todos vamos deprisa, a mil cosas, a duras penas atentos a lo que debemos y siempre confundiendo lo urgente con lo importante. Sin embargo, este hecho me hace reflexionar sobre la paternidad. No juzgo ni señalo. No sé cómo es este padre, ya sin hija y con la pena en el alma para toda la eternidad.
Pero sí creo que tal vez no estaba capacitado para ejercer como padre. Pensamos que todos servimos de alguna u otra forma para serlo, que cualquiera que pueda engendrar una vida de manera natural tiene derecho a la paternidad. Pero ¿también si no se vale para sobrellevar la responsabilidad que exige ocuparse de un hijo? Entiendo el shock del padre y más aún el de la madre que fue a recoger a su hijita al cole, como de costumbre, sin sospechar la tragedia que le cambiaría la vida para siempre. Lo que no sé es si comprendería que volvieran a ser padres. Al menos él.
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