Opinión

Impuestos: nos quejamos de vicio

Desde el poder y la prensa gubernamental se sugiere que nos quejamos de vicio, porque Warren Sánchez no ha subido impuesto alguno todavía. Y es verdad, pero es mentira que no haya razón para quejarse, por la sencilla razón de que el plan de aumento del gasto público que va desgranando Warren no se puede financiar sin subir los impuestos. La queja, por tanto, no es de vicio.

Otro camelo relacionado con este es que Warren y sus socios, que no han subido impuestos aún, cuando lo hagan se limitarán a castigar a los ricos. La izquierda machaca con este mensaje: van a freír a los que ganan 140.000 euros brutos por año o más. El objetivo es que usted no se enfade, señora, y que piense que toda la fiesta del gasto la pagarán otros.

Pero la mentira tiene patas cortas, y esta también, porque es verdad que Warren apretará el torniquete fiscal a esos «ricos» (que, por cierto, están lejos de ser millonarios), pero no es verdad que eso alcanzará para financiar el mayor gasto: es sólo una cortina de humo. Otra falsedad es que se puede perseguir fiscalmente a las empresarias y que esto no tiene impacto negativo alguno sobre las trabajadoras. En ese sentido, tuvo mucha gracia Warren este fin de semana, pretendiendo ser el paladín de las start-ups cuando quiere sablearlas sin rebozo.

Otro bulo del Gobierno y sus medios adictos es que nos quejamos de vicio porque el objetivo de Warren no es arrasar con todo. Incluso reconociendo que subirá los impuestos a millones de trabajadoras (las que conducen coches diésel, por ejemplo), y, por tanto, que mintió desde el principio cuando juraba que no castigaría a los humildes, incluso en ese caso se nos subraya que nos quejamos de vicio porque las sumas son pequeñas. ¡Pero si sólo se trata de recaudar apenas cinco décimas del PIB más, señora, no es confiscatorio sino una miajita de na!

En este caso, la mentira estriba en que siempre los impuestos suben de a poco, como en el viejo proverbio del ganso desplumado. El poder lo hace así por la cuenta que le trae a él, pero los gansos son efectivamente desplumados y, si se dan cuenta, como sucede con muchos «gansos» racionales, entonces van y graznan, y no lo hacen de vicio.

Completan el panorama otras diestras estratagemas. Por ejemplo, recalcar que la recaudación se destinará a una buena causa (las pensiones, los niños, etc.), como si el fin justificara los medios; o insistir en que algunos impuestos bajarán (puro trilerismo fiscal: es imposible que lo haga la presión global). Por fin, en algunos casos se perpetra una vieja y siniestra pirueta totalitaria, cuando se deja caer que quienes se quejan prueban por su queja misma que son los poderosos, las élites multinacionales, los opulentos, los privilegiados, etc. Es decir, si protestan por el castigo, es que son culpables y, por tanto, lo merecen.