Opinión

Esquelas mortuorias

El de las esquelas es un género en desuso. En la mayoría de los periódicos se publican esporádicamente en cualquier página y han desaparecido las secciones en las que antes se agrupaban. Ello ha ido en detrimento de los lectores que empezaban su tarea diaria precisamente por ahí, deleitándose muchas veces en su capacidad de supervivencia. Y también de la pomposidad de los familiares de los finados, siempre interesados en exponer los títulos y blasones que ornaban al difunto. Ahora, Internet ha acabado con todo ello, sumiendo la muerte en un mero impulso electrónico facilitado por los portales que han encontrado su negocio en las condolencias virtuales. Flaco negocio parece, de todos modos, a la vista de lo magro de los mensajes colocados en ellos.

Pero la desaparición de las esquelas mortuorias ha restado también las oportunidades de desdeñar a los políticos ubicando las noticias referidas a ellos a su lado, en cualquier hueco sobrante. El maestro en esto fue un personaje de ficción, el director del Chicago Examiner, interpretado por Walter Matthau en la inolvidable película de Billy Wilder «Primera plana». En una de sus secuencias Walter Burns, así se llamaba, ordenaba colocar la reseña de un discurso de Edgar Hoover entre los anuncios y las esquelas, un lugar muy apropiado si tenemos en cuenta que este personaje infame destacó por su afición a manipular a los medios de comunicación, creándose una inmerecida aureola heroica mientras hurgaba, con los poderosos recursos de que disponía, en la vida íntima de los demás.

Lo de manipular a los medios de comunicación para parecer lo que no se es se ha puesto de moda últimamente en el ámbito de la alta política. Y ahí tenemos al presidente del Gobierno –un doctor Sánchez cualquiera que ahora elude exhibir sus méritos académicos en el Senado– ocupado día sí día no en vender su moto a falta de votos con que darle impulso. Sin ir más lejos, el otro día se presentó de calzón corto y camiseta amarilla –¡qué casualidad!– en una carrera popular de mujeres para decir que, con sus presupuestos, se va a solucionar el problema de las escuelas infantiles, amén de impulsar la igualdad y, de paso, el deporte femenino. Esto último sorprende porque Sánchez no ha tenido aún el detalle de recibir a Ana Carrasco, la primera campeona del Mundial de Superbike, donde compiten con sus motos hombres y mujeres. Ahora sabemos que lo de las escuelas se queda para los ayuntamientos con superávit y lo de la igualdad en la rebaja del IVA a las compresas. ¡Lástima de esquelas donde ubicar las crónicas sobre tan pomposo y exiguo personaje!