Opinión
Rebeldes sin causa
Después de tantos meses que parecieron años bisiestos sin fin, ese tiempo licuado en un bucle, llega la hora de los clarines, que aunque estén prohibidos por allí también se manifiestan cuando llega la hora de la verdad. La insistencia en hacer de Junqueras y los otros líderes del «procés» una marca blanca de una manera friqui de concebir la democracia, puede que dé resultados en unos meses, pero hoy es el día de la rebelión, para quienes «se alcen violenta y públicamente..... para declarar la independencia de una parte del territorio nacional». El presidente y su «coach» Pablo Iglesias no lo creen así, tanto que ante casos de las cloacas que ni siquiera están judicializados dictan un veredicto de culpabilidad de andar por el hemiciclo y cuando se enfrentan a las preguntas sobre los golpistas ahuyentan la Justicia para hacer política de chuches.
La izquierda suele ser muy compasiva con los delincuentes. Nada de prisión permanente revisable, siempre que no sea para el asesino de niños de la puerta de al lado. Al sanguinario matarife de khashoggi desearán el infierno eterno. El mal tiene tantas caras que excede a la geometría. En todas partes tenemos que defendernos de Belcebú. Qué pensarán los rateros de poca monta, los que cumplen condena por meterse un pico, por ejemplo, los que en la barra del bar apodan robagallinas, de los beneficios de los acusados por delitos muchísimo más graves. Estos parias no deben formar parte de la «gente», herederos de una clase marginal a los que no les llegó para meterse en política. Dialoguemos con ellos. Visiten en las cárceles a esos miles de excluidos para que sigan la senda patriótica, animen a los jueces a que sean condescendientes con esos rebeldes sin causa.
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