Opinión
Iglesias ya no está Maduro
Se equivocó la paloma. Venezuela ya no es el paraíso terrenal que quería exportar Iglesias al sur de Europa. Aquí, gracias a que no llegó a gobernar, aún hay papel higiénico en los supermercados, pañales para los bebés, que vendrán bien al papá Pablo, y no se colapsan las fronteras para huir del hambre o de la cárcel. Caracas es la cara B de un merengue e Iglesias, que era una canción protesta, es ahora una balada triste de trompeta. Más que una negación en sentido lingüístico, que ya tenía el peligro de los nuevos lenguajes, Iglesias hizo bandera de la propaganda. La patria fue una idea en la que el mástil servía para colgar el ideario de los disidentes.
En una ley de justicia universal, que tanto gusta a las izquierdas, debería sancionarse a los que pretenden reescribir la historia, de la misma manera que ellos impondrán requiebros penales a los que se salten su versión de la guerra civil y el cadáver de Franco. La amnesia retrógrada convirtiose en un mea culpa años después de que en cada entrevista a un miembro de Podemos preguntar por Venezuela supusiera una situación tensa y tan a la defensiva que propinaban un gancho para dejarte KO por facha. Iglesias llegó a tal deshumanización que no recibía a los opositores que venían a España a contar lo que veían sus ojos.
Puestos a rectificar, eso que dicen que es de sabios, le sentaría bien meditar sobre las atrocidades que se cometen aquí mismo, como ir a la cárcel a negociar con los políticos presos. Un poner. La marca morada empieza su viraje para blanquear la extrema izquierda y el consenso periodístico, en su buenismo ilustrado y tan equivocado cuando quiere, establezca que sólo hay un radical en el tablero, Vox. Y así pasar a la siguiente casilla.
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