Opinión

Sánchez y el PSOE

Pablo Casado eligió el miércoles en el Congreso hacer un discurso potente. Fue la salida lógica al laberinto de Pedro Sánchez. El líder del PP se diferenció de un presidente que carece de proyecto para casi todo y vive aturdido en el día a día. Sánchez recorre cualquier camino para sobrevivir sin saber hacia dónde le lleva. En el intercambio de golpes parlamentario, Casado exigió otra vez la aplicación del 155. «Hay un golpe al Estado impune del que su Gobierno también es responsable por inacción», se reafirmó el líder del PP. «Usted tiene los oropeles y la liturgia de la presidencia del Gobierno. Lo que pasa es que la ha vaciado de contenido». «Su tiempo ha acabado.

Su aventura ha acabado», proclamó Casado. El tiempo final de esta legislatura va a estar marcado por los socios de la moción de censura que llevaron a Sánchez a La Moncloa. La codicia de los compañeros de viaje del sanchismo para aprovechar la debilidad del Gobierno va a terminar estallando. El presidente está en manos de fanáticos. Una ruina que cuanto más se prolongue, peor será para el PSOE. No hay válvula que contenga la incesante provocación a las leyes y a la Constitución.

Las cosas no están igual. La debacle de Susana Díaz ha sembrado de miedos al socialismo. Vuelven a surgir las voces críticas con el cariz que adoptó la investidura de Sánchez gracias a los votos del PDeCAT y de ERC. Muchos barones han puesto sus barbas a remojar tras la hecatombe de la baronesa. Claro. Precisamente por ello, el discurso de Casado, anteponiendo principios a estrategias y su diagnóstico sobre el desafío en Cataluña, cobran sentido especial. Porque, cada día, más españoles quieren una alternativa a la actual deriva.