Opinión

La alargada sombra de Aznar

A pesar de aquel «ni tutelas mi tutías» de Manuel Fraga en el congreso nacional donde cedía, allá por el año 90 el testigo en la presidencia del PP, la realidad acredita que hablamos de una formación política en la que quienes teóricamente se marchaban, nunca acababan de hacerlo del todo. Fraga fue reincidente en entradas y salidas hasta dar con la «tecla» y aún así su ascendencia no dejo de hacerse notar en años posteriores con quien al llegar a la Moncloa le telefoneaba antes que a nadie, «yo estoy aquí por usted». También Rajoy llegó señalado por el dedo de su antecesor. El inicio de ruta era el doble relevo en Génova-13 y la Moncloa, solo que el electorado tenía ya otros planes y para lo segundo hubo que esperar dos legislaturas, aunque lo que salió «rana» fue la cohabitación entre presidente y ex presidente. La historia ya saben como acabó, pero, cosas de la política, ahora resulta que el antiguo líder deportado al peor de los gulag que es el del olvido vuelve a proyectar su sombra sobre los designios del PP, gracias al nuevo liderazgo de un Pablo Casado, criado políticamente a los pechos del Aznar, y ante la atónita mirada de muchos políticos dentro y fuera de su partido y la legión de analistas mediáticos que no han dejado de detestar al expresidente.

Las incorporaciones en el «núcleo duro» de Casado y algunas aún por venir de aznaristas reconocidos ponen de manifiesto que el actual presidente de los populares tiene un plan avalado por algunos vaticinios bien tirados de su mentor. Quien nos iba a decir tras el congreso de este verano que al final no sería Dolores de Cospedal quien recogiese las nueces de la entente anti Soraya, sino un «jarrón chino» empeñado en la recomposición o si prefieren, la reunificación del centro-derecha tal vez ignorando que tanto Ciudadanos como Vox han llegado para quedarse, bien acomodados en los caladeros que iba abandonando el gran navío del PP.

Aznar ha reivindicado con cierto éxito su reverdecido discurso bastándole con insistir en los grandes argumentos marcaron su hoja de ruta y lo ha hecho acertando en la sintomatología. De un lado afirmando que antes que España se rompería Cataluña, de otro recordando sin complejos que nuestra capacidad de absorción de inmigrantes no es ilimitada y sobre todo dejando al descubierto el «cuerpo del delito» de lo que llevaba años denunciando en clave interna: la desideologización del partido durante la etapa de Rajoy. El expresidente juega ya un papel áulico innegable en el nuevo PP, aunque Casado haría bien en recordar que ni Rivera ni Abascal tienen precisamente a la reunificación del centro-derecha como prioridad, más bien sus inclinaciones, con lo que se corresponden es con seguir dando dentelladas sobre los «michelines» que aún evidencian los populares. Son otros tiempos. No está Aznar, pero sí su adusta silueta.