Opinión
Cada vez más presencia en la sociedad
Si este año que comienza se presenta movido para la vida política española por las elecciones que celebraremos, o por el desafío catalán, ocurrirá más o menos lo mismo con el Jefe del Estado. Independientemente de que no esté sujeto a los cambios políticos, nadie duda de que estos afectan a la Jefatura del Estado como hemos podido comprobar en los últimos meses. Y aunque el futuro se presenta igualmente incierto, algunas claves permiten intuir por donde irá el futuro inmediato de la Corona. La primera la popularidad. Felipe VI afronta el quinto aniversario de su proclamación asentado en el trono. Ni la abdicación de su padre Juan Carlos I, ni la condena y posterior encarcelamiento de su cuñado han afectado sustancialmente a la aceptación de su persona por los españoles. Antes bien, ésta ha crecido, especialmente después del discurso del 3 de octubre de 2017, el momento más importante de su reinado hasta la fecha. El Rey sabe sacar de la dificultad oportunidad. Y así lo demostró incluso frente a los que le recomendaron entonces desde el Gobierno la inconveniencia de su aparición ante las cámaras de televisión. Los dos discursos navideños que desde entonces hemos conocido han tenido otro perfil, especialmente el último, donde la cuestión catalana ha dado paso a otra reflexión: la preocupación por los españoles más jóvenes, y por la convivencia de todos. Nadie como él para señalar estas cuestiones, especialmente en momentos donde los que cuestionan la figura del Rey son los que quieren destruir esta convivencia labrada en la Transición gracias a la Constitución. En enero de 2018 don Felipe celebró su cincuenta cumpleaños. Pasó casi inadvertido. Menos que los ochenta de don Juan Carlos y doña Sofía, y mucho menos que el cuarenta aniversario de la Constitución. Se buscó entonces un perfil bajo; perfil en el que también habría que incluir la escasísima presencia de los Reyes en el extranjero. A diferencia del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, cuya agenda ha estado marcada por sus viajes internacionales, don Felipe y doña Letizia han retrasado –hasta este año– varias invitaciones, tres de ellas de especial trascendencia. Quizá la más importante desde el punto de vista de nuestras relaciones bilaterales sea la visita que harán a Marruecos. La operación de Mohamed VI pospuso un encuentro que el viaje relámpago de Pedro Sánchez concretó a finales de año. La frialdad con que el monarca alauí trató al jefe del ejecutivo español –hasta el último momento no se confirmó la audiencia con el Rey– incluyó la buena noticia del futuro encuentro de las dos monarquías. Aunque está previsto para antes del verano, podría adelantarse si el ministro de Asuntos Exteriores Josep Borrell deja la cartera para ser cabeza de lista en las elecciones europeas como anuncia la próxima crisis del gabinete. Como quiera que Pedro Sánchez ha delegado en el ministerio de Exteriores la organización del viaje, tendría mucha más lógica que se adelantara a los primeros meses de este año para no afectar al titular de Exteriores. Veremos. Otro viaje, pero que ya tiene fecha, es el que don Felipe hará a Argentina para inaugurar en Córdoba el Congreso de la Lengua Española. La invitación del presidente Macri fue ya aceptada por el Rey de España y tendrá lugar entre el 27 y 30 de marzo, fechas en las que se desarrollará el evento más importante de la lengua española en todo el mundo. Pero sin duda el viaje más esperado es el que don Felipe y la Reina harán a Cuba. Aunque está previsto para finales de año, las elecciones de mayo, y quizá las generales si se adelantan, pondrán a prueba una visita que lleva décadas retrasándose y que, al margen de otras cuestiones, podrá servir para reforzar el trabajo de nuestros empresarios en la dictadura caribeña. Nada podría satisfacer más al gobierno de Pedro Sánchez que este viaje oficial; y no solo por lo que tiene de imagen externa, sino porque reforzaría su talante dialogante y aperturista a la izquierda que tanto busca el ejecutivo de Sánchez. Pero si estos viajes van a retomar y reforzar la imagen externa de nuestros Reyes, la batalla más dura seguirá siendo interna. Y no tanto por las autonómicas, municipales y europeas de mayo, sino porque la inestabilidad política por la minoría parlamentaria del gobierno necesariamente dibuja en el horizonte otras elecciones –las generales– que muy bien podrían volver a repetir aquellos meses de consultas de la Corona que forzaron la repetición electoral y nuevos pactos para conformar una mayoría parlamentaria. Entonces la figura del monarca –sin moverse de su papel institucional– dio pábulo a unas críticas en función del candidato que proponía a la presidencia del Gobierno. Y si aquellos comentarios se produjeron con cuatro partidos, imaginemos lo que pueden ser con cinco líderes –incluyendo a Vox como señalan las encuestas demoscópicas– en esas conversaciones y pactos. Y con ruedas de prensa posteriores a las consultas. Pero tampoco será ya una sorpresa esta nueva eventualidad. Como tampoco lo será la primera salida de Iñaki Urdangarín de la cárcel. Condenado a cinco años y diez meses, el ex duque de Palma debe esperar a cumplir al menos la cuarta parte de su condena para poder obtener su primer permiso penitenciario; tiempo este que podría acortarse en función de otros beneficios carcelarios. Y le queda a don Felipe su papel institucional. El que marca la Constitución y que en días como hoy, se hace visible en la Pascua Militar. No es protocolo. Es hacerse presente en la sociedad, que para eso es Rey de España.
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