Opinión
El gran cambio
El Gobierno socialista andaluz era una anomalía democrática. No se puede estar 36 años seguidos en el poder sin consecuencias. Desde Juan Guerra hasta los ERE, sus gobernantes han devastado una comunidad a conciencia. Por eso, cuando el PSOE definía al PP como el partido más corrupto del planeta –que mira que han robado también–, en realidad solo querían esconderse detrás de esa cantinela para evitar que les retratase a ellos.
Y ha tenido que suceder una carambola electoral para que los escaños conformaran una mayoría alternativa de derechas a ese socialismo arraigado. En ese pacto ha tenido su papel la nueva derecha de Vox, señalada por las izquierdas como el comienzo de la involución más terrible de la historia democrática de España. Pues tampoco, porque las medidas que finalmente han pactado para apoyar la investidura han sido razonables. De hecho, la mayoría estuvieron en los programas electorales del PP hasta que el «sorayismo» o «marianismo» decidieron olvidarlas. Y así les fue.
Gobernar en Andalucía es el primer éxito de Pablo Casado. También hacerlo con Ciudadanos: ha costado incorporar al partido de Rivera a un gobierno autónomo. Naturalmente los «sorayistas» tenían que levantar el dedo para advertir del pacto con Vox. Pero eso es lo que les queda a los pocos que quedan del grupo de las primarias de la ex vicepresidenta. Protestar por tener una Consejería de Familia no es razonable cuando la tienes en Galicia o ya la tuviste en Madrid con Esperanza Aguirre.
Lo demás es aritmética: Ciudadanos va a por los votos del PSOE; Pedro Sánchez a por Susana Díaz; y Podemos y Vox se pelearán por los mismos indignados y abandonados de esos tres partidos. Todo un cambio.
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