Opinión

Bah, es sólo política

Cuando las chirigotas gaditanas estén cantando sus cuplés o cuando el primer nazareno de negro ruán pida la venia en La Campaña, es decir, dentro de nada, la opinión retransmitida o la opinión tuiteada –poco que ver con la opinión publicada y menos aún con la opinión pública– caerá en la cuenta de que en Andalucía no ocurrió nada sustancial en este tramo de enero durante el cual, en verdad, lo único que merece con pertinencia el manoseado epíteto de “histórico” es el frío que estamos pasando. Se produjo una inédita alternancia de mandarines junteros, vale, pero la corrección de una anomalía no ha sobreexcitado, de verdad que no, a una población que pautó su vida, hace muchísimo tiempo, con unas referencias mucho más firmes que la adscripción de sus gobernantes accidentales. Hay algo de ruido y una cierta agitación, sí, pero es sólo como cortesía al despliegue técnico y humano de las televisoras. ¿Qué tipo lleva este año Selu? ¿Estrena candelería el palio de la Virgen de la Merced? Ante la vital trascendencia de estas cuestiones, las apuestas sobre los nombres de los consejeros quedan para esos tertulianos friquis que infestan las parrillas de programación.

Recién nombrado uno de los gobiernos autonómicos presididos por Susana Díaz, debía ser en la Navidad de 2016, una asistente a una cena de amigos contó que se “había encontrado en el AVE con la alcaldesa de Córdoba”. No se refería a Isabel Ambrosio, en el cargo desde 2015, sino a Rosa Aguilar, que había dejado el Ayuntamiento en 2009 antes de cambiar de partido, ser ministra y, en aquel momento, consejera de Cultura. Diez licenciados universitarios con estimable nivel cultural (la mayoría, todavía lectores de prensa de papel) éramos los comensales y al periodista de la reunión, yo, le saltó la alarma. “Pero, ¿no sabíais que Rosa Aguilar era consejera?” Silencio. Repregunta. “¿Alguien sabe el nombre de algún consejero de la Junta?” Silencio. Tercer intento. “¿Ni siquiera os suena Chiqui (el vicepresidente Jiménez Barrios, que puede llevar trece o catorce siglos, tirando por lo bajo, en la política autonómica)?”. Salta uno como una pantera. “¿Desde cuándo está Txiki Benegas en la Junta?”

El relato posterior de este suceso, lo percibía mientras hablaba, demolía con el martillo del desapego la soberbia de cuantos protagonistas (cargos de mayor o menor enjundia, asesores, arrimados, corresponsales parlamentarios...) de la cosa me prestaban sus orejas. Los manifestantes y las manifestantas que esta semana braman bajo el foco del camarógrafo comprobarán en horas lo inane de su afán. Moreno Bonilla y Marín, por su parte, sabrán cuán complicada es la compatibilidad entre sus proclamas de “desmontar el régimen” y las miraditas anhelantes de pesebre público de sus compañeros de partido. Susana Díaz se extrañará por su recién adquirida condición de invisible. Y la muchachada de los extremos del arco parlamentario, ojalá, se congratulará por haber trasladado a la moqueta su eterna discusión de taberna. ¿Qué tipo lleva este año Selu? ¿Estrena candelería el palio de la Virgen de la Merced? Quien no sepa responder a estas preguntas, mejor que se quede calladito. Ya está bien de politiquería.