Opinión

Por las urnas

En una carta abierta a la militancia de su partido, la ya ex presidenta de la Junta de Andalucía llamaba el domingo pasado a la movilización «contra la extrema derecha». Su soflama –difundida por las redes sociales– se plasmó en la manifestación convocada ayer frente al Parlamento andaluz, media hora antes de que comenzara el pleno de investidura del candidato popular, Juan Manuel Moreno. Insistía también la dirigente andaluza en que su partido había ganado las elecciones aunque no podría gobernar por culpa de dos fuerzas, Partido Popular y Ciudadanos, que «ponen en riesgo las bases de nuestra convivencia anteponiendo exclusivamente sus ansias de poder» (sic).

Desde Osuna a Cádiz pasando por San Fernando, el PSOE fletó autobuses para animar el primer escrache de Susana Díaz al Parlamento andaluz. Todo un hito que, como todos los escraches, pretendía atemorizar, asustar, o advertir a los diputados de que si gobernaban como la mayoría de los andaluces habían decidido en las urnas, les esperaba un infierno en las calles. Pero los señores diputados, aunque hay algunos bisoños en el cargo, estaban allí por otra presión: la de las urnas. Alguna líder del PP recordó que su partido no montó ningún escrache a Pedro Sánchez fuera del Parlamento cuando ganó la moción de censura a Rajoy. Pero, al margen de cómo cada partido entienda la voluntad de las urnas, creo que hay algo más en esta aventura callejera de la ex presidenta andaluza.

Susana Díaz no estaba haciendo un escrache a Juan Manuel Moreno; se lo estaba haciendo a Pedro Sánchez. Estaba advirtiendo al presidente del Gobierno de que la militancia y las calles de Andalucía seguían siendo suyas y de sus partidarios; y que si pretendía desalojarla de la Secretaría General de la federación andaluza del partido, la batalla iba ser algo más que dura. Y si pensaba que María Jesús Montero –la ministra de Hacienda– podía ocupar su sillón, la guerra iba a ser sin cuartel.

Bueno lo de sin cuartel es un decir. Los susanistas se habrán quedado huérfanos sin la Junta y sus mamandurrias, pero aspiran a unos cuarteles de invierno en las municipales que los pedristas les quieren disputar. ¡Hasta ahí podíamos llegar! Por eso, la batalla no va a ser en los alrededores del Parlamento andaluz. Los escraches van a ser pueblo a pueblo, pero en las sedes del socialismo andaluz.