Opinión

Cuarenta y más años de «pufos»

La campaña electoral que no ha empezado pero que, con Pedro Sánchez a la cabeza y con Televisión Española a su servicio, ya está en pleno apogeo –la hipocresía colectiva nunca gozó de mejor salud– oculta casi todo lo demás. En vísperas del anuncio de adelanto electoral, el Instituto de Estudios Económicos (IEE), que preside el también polémico José Luis Feito, liberal para más señas, presentó un detallado y elaborado informe –muy crítico por cierto– sobre los Presupuestos Generales que tumbaron en el Congreso Tardá, Rufián y los diputados fieles a Puigdemont, mientras los del PNV, encabezados por Aitor Esteban –el del tractor de Rajoy– ponían buena cara al mal tiempo. Apoyaron la moción de censura –quizá algún día se sepa por qué– para situar a Sánchez en la Moncloa, pero ya no están tan contentos. Todas las elecciones acarrean incertidumbres y las del 28-A no son ninguna excepción. El PNV saldrá airoso de las urnas, pero temen un Gobierno hostil si Sánchez es expulsado de la Moncloa.

El informe del IEE quedará olvidado, una vez arrumbados los Presupuestos. Sin embargo, aporta claves que explican la más reciente historia económica de España. Los datos estaban ahí, pero los expertos del IEE los han aflorado y asustan. En los últimos 23 años, las administraciones públicas españolas incurrieron en déficits en 20 ejercicios, aunque durante gran parte de ese periodo –desde 1995 hasta 2007– la economía iba «viento en popa, toda vela». El Estado solo ingresó más de lo que gastó en 2005, 2006 y 2007. El IEE no se remonta más atrás, pero hay que bucear hasta 1972 para encontrar otro ejercicio sin déficit. El equipo de Feito ha calculado que la suma de los déficits entre 1995 y 2017 alcanza la estratosférica cifra de 823.549 millones de euros, que es lo que explica que la deuda pública española supere los 1,1 billones, con «b» de barbaridad. No hace falta ser premio Nobel de Economía para concluir que cuarenta y más años de «pufos» conducen a la catástrofe, aunque nadie hablará de algo tan pestoso en la campaña electoral. Balzac, el autor de la Comedia Humana, deudor tan recalcitrante como caradura, despachó a un acreedor, a su vez endeudado, con un «muy bonito, usted se dedica a contraer deudas y viene a mi casa con la esperanza de que se las pague». Sánchez, autor de éxito, quizá no conoce la anécdota, pero llegará un día en el que los acreedores pedirán lo suyo y no servirá implorar a Balzac. Y entonces sí habrá recortes.