
Apuntes
Montero, el látigo de terciopelo de los ricos
El de cuero, de siete colas y pinchos en las puntas se lo reserva Hacienda para los contribuyentes del montón
La candidata a la Junta de Andalucía y, todavía, ministra de Hacienda, María Jesús Montero, no está resultando muy eficaz al frente de la cruzada fiscal contra las grandes fortunas. A pesar de la creación de una nueva división del fisco, la Unidad Central de Coordinación del Control de Patrimonios Relevantes y de los Grandes Expresos Europeos -lo último es coña, una vieja broma de cuando el Movimiento- lo cierto es que la detección de los supuestos fraudes de ese tramo privilegiado de los contribuyentes, que, como todo el mundo sabe, es el pelotón de Infantería destinado a salvar la civilización socialista de la barbarie conservadora, está estancado desde 2019, con unos ingresos anuales, millón arriba, millón abajo, de 500 millones de euros. A los pobres mortales esa cifra, que no ganaríamos en 20 vidas, nos parecerá notable e, incluso, podríamos creernos la propaganda gubernamental del azote a los ricos, pero, si la ponemos en perspectiva, resulta que la todavía ministra Montero, a la que los votantes andaluces, ahora que les han dicho que conviene que vayan aprendiendo catalán, esperan con un entusiasmo perfectamente descriptible, de ser un látigo sería de esos aterciopelados de los que usaban las madamas en la viejas películas de sátiros y doncellas. El de cuero, de siete colas y con pinchos en la punta, nos lo reservan a los demás, a los contribuyentes del montón, que ya se sabe que en cada español, según la doctrina acuñada por Cristóbal Montoro, a quien Dios guarde muchos años, vive un aspirante a delincuente que se gradúa en cuanto cobra la primera nómina. Y así, frente a los 500 millones anuales de las grandes fortunas, la Montero nos ha «levantado» al resto, en afortunada expresión del periodista Bruno Pérez, que ha publicado las cifras, la bonita cantidad de 18.928 millones de euros, sólo en concepto de recaudación extra por las operaciones de prevención del fraude y control. En román paladino, que si creías que tenías derecho a una subvención, deducción o bonificación en la declaración de la renta vas de ala, que ahí está la candidata Montero para explicártelo clarito, clarito. Y nada de protestar, que los chicos de la inspección Tributaria tiran de los tribunales con pólvora del Rey y hacen los pleitos eternos y a semejanza de la rancia maldición gitana. Eso sí, a cambio gozamos del mejor gobierno de la democracia, el más social y el que más se preocupa por la equidad impositiva entre todos los ciudadanos. El caso es que, mientras agitamos la bandera palestina y elegimos modelo de kufiya -las de color rojo, se advierte, son de los malvados jordanos-, la pobre Greta se arregla con sus hermanas de la flotilla de Gaza, el señorito trata de colocarle a los alemanes, esos que hicieron la unificación del alemán con botas de Caballería y casco de punta, lo de la cooficialidad de las lenguas en Europa, y Puigdemont, con el ojo puesto en la Orriols, deshoja la margarita de los Presupuestos… los de Hacienda afilan el lápiz y buscan con la minuciosidad del relojero ese dinerito que creías que te ibas a guardar del IRPF, que, total, viene bien para pagar el alquiler. En fin, que a ver cuándo es verdad que el PSOE cambia y, en lugar de pactar con la oligarquía, deja de perseguir a la cada vez más pobre clase media.
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