Opinión
Inés sube al remate
Tan solo diez días atrás un escalofrío recorría las espaldas de la formación liderada por Albert Rivera, tal vez el partido más obsesionado con la demoscopia, sabedor de que sus posibilidades de pescar en distintos caladeros a su izquierda y a su derecha son directamente proporcionales a su condición de fuerza política con la intención de voto más volátil de todo el elenco que concurre a la cita del «28-A». El escalofrío trufado de esa desorientación que a veces hace entrar, primero en pánico y después en barrena se debía –como me apuntaba un muy destacado diputado de ciudadanos– a unos sondeos propios que vaticinaban toda una sangría de votos hasta casi frenar las opciones de crecimiento, de atisbarse cualquier posibilidad de pacto postelectoral con el PSOE de Sánchez. La respuesta no se hizo esperar por parte de la ejecutiva que preside Rivera anunciando esa decisión en firme de descartar cualquier hipótesis de acuerdo con los socialistas. La cuestión era clara, crecer seguía pasando por territorio PP.
Pero la demoscopia ha seguido dando señales como la profética Sibila tras urgar en las entrañas del búho concluyendo que para este lance había que quemar todas las naves, o como suele ocurrir en el fútbol hacer subir a la portería contraria a sus mejores torres rematadoras al saque de una falta. La decisión de Rivera de tocar a rebato llamando a Inés Arrimadas para ocupar, vía cabeza de lista por Barcelona, un escaño en la carrera de san Jerónimo tiene mucho que ver con esa subida al remate con todo lo que se tiene y el acierto en la decisión ni siquiera ha esperado a la confirmación oficial concretada este sábado. No había más que escuchar horas antes a la ministra portavoz Celáa arremeter contra la nueva «Lara Croft» de nuestra política desde el púlpito mitinero en que se ha convertido a la sala de prensa de Moncloa o contemplar los indisimulables recelos desde el PP, con la irrupción en el escenario electoral de una figura que acapara todas las posibilidades de extender a nivel nacional la onda expansiva de la explosión ya activada en la campaña andaluza.
Arrimadas –mal que pese en otros ámbitos del constitucionalismo– encarna como nadie la lucha contra el desafío secesionista catalán, por mucho que su papel tras ganar los comicios autonómicos haya sido más o menos mejorable por inane. Y es que, si un hilo argumental va a mandar en esta campaña de generales –como en Andalucía– ese va a ser por encima de todos el «ya basta» en gran parte espontáneo y todavía por cuantificar de la ciudadanía española ante ese desafío, sin descartar efectos colaterales contra quienes no han estado a la altura a la hora de usar las herramientas que para su defensa brinda el Estado. Arrimadas animará la campaña y entre otras cosas pondrá contrapunto con toda seguridad al intento del feminismo radical de izquierdas de instrumentalizar el próximo «8-M», pero con independencia de lo que ocurra el «28-A» contribuirá especialmente a algo nada menor, como es dignificar el nivel de una carrera de san Jerónimo abochornada por el circo de los «Rufianes»... y hasta garantiza «shares» sin numeritos de impresoras. ¿Qué más pedirle a Inés?
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