Opinión
Un perímetro de angustia y ridículo
Pedro Sánchez vive inmerso en la campaña permanente. Todo vale. El Gobierno anuncia que intentará la modificación de la reforma laboral, con nocturnidad y alevosía, como apunta José Carlos Díez, fugaz responsable de economía del PSOE en la época de la gestora que presidió Javier Fernández. Es imposible que salga adelante antes de las elecciones, pero no importa, el mensaje está enviado e irá acompañado de un Decreto Ley que no se convalidará y decaerá con la Legislatura. El presidente aprovecha todo. Por ejemplo, el aniversario de la muerte de Antonio Machado, que le permite visitar la tumba del poeta y la de Manuel Azaña y, en una pirueta para la clientela más guerracivilista, decir que «la Constitución restauró los valores de la República de Azaña». Aznar también reivindicó la figura del presidente republicano, bestia negra del franquismo.
La República, por cierto, acabó mal. Javier Tajadura, catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad del País Vasco, que no es partidario de «un 155 largo», sugiere aprender «de los errores de los años 30. Por ejemplo, de los efectos de un Parlamento atomizado». «Las izquierdas» –lenguaje también de los turbulentos años 30– pueden cosechar unos 10,2 millones de votos el 28-A. «Las derechas» –mismo lenguaje– quizá sumen hasta 12,6 millones de sufragios, según el gurú Michavila. Sin embargo, el próximo Parlamento será el más fragmentado de la historia. Las sucesivas brigadas de demolición del bipartidismo, que empezaron con una Rosa Díez que quiso y no pudo liderar el PSOE, han hecho bien su trabajo. «Echaremos de menos al bipartidismo», pronosticó Felipe González, ya amortizado para Sánchez, como toda esa generación, incluido Guerra y sus reparos a la política sobre Cataluña. El inquilino de la Moncloa presumirá de haber hecho frente al independentismo, pero anuncia a sus votantes catalanes que reabrirá el diálogo si gobierna tras el 28-A.
Una de cal y otra de arena. Derrotado el bipartidismo, Rivera va a por todas. Persigue el «sorpasso» al PP de Casado, que se aferra a la capilaridad de su partido, aunque con el hándicap de la brecha generacional entre los electores. Inés Arrimadas es la gran novedad de Ciudadanos y quizá una líder de recambio. La política es enrevesada. Jose María Lassalle, ex secretario de Estado con Rajoy y ex marido de la ministra Meritxell Batet, apunta que «la política vive en un perímetro de angustia». Habría que añadir de «ridículo», porque no hay otra manera de explicar los equilibrios de Torra y Colau para no saludar en público al Rey Don Felipe VI, en un acto que, claro, no se perdió Pedro Sánchez. Angustia y ridículo.
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