Opinión

Los últimos gorriones

Los últimos gorriones, que algunos llaman pardales, se están muriendo. No hace tanto que este pájaro vulgar, compañero inseparable del ser humano desde el principio de los tiempos, el más conocido y universal de todos, presente en los cinco continentes, fue declarado «Ave del año», y el «Día del Gorrión» inauguró la primavera de 2016. Nunca hubiera podido aspirar a tanto honor este pasérido común de color marrón-pardo, adaptable y poco exigente, sedentario, de vida corta, de apenas catorce centímetros de largo y treinta gramos de peso, que se alimenta de lo que encuentra, que anida en los huecos de las paredes o debajo de las tejas y que ni siquiera puede presumir de un canto armonioso.

¿A qué viene tanto honor? Pues a que ha cundido la alarma: los gorriones desaparecen. En treinta años la población de gorriones en Europa ha perdido dos terceras partes. En ciudades como Londres ya no se ven gorriones. En España, en los últimos diez años hemos perdido más de diez millones –un millón largo al año– de estos familiares pajarillos. En los pueblos abandonados apenas queda ninguno. No quieren vivir solos. Si no hay gente, ganados y caballerías ellos también se van. La ausencia de pájaros sobre las ruinas convierte el paisaje rural, ese cementerio de piedras y recuerdos, en un espacio aún más desolador, silencioso y triste. Pero también en las zonas aún habitadas del campo decrece notablemente la población de gorriones, lo mismo que en las ciudades. Entre las causas de este desastre biológico están la mecanización de los cultivos, los plaguicidas, la contaminación y las dificultades que encuentran estas avecillas a la hora de hacer el nido y para encontrarles alimento a las crías. En esta primavera adelantada se les ve en bandos en vez de andar ya emparejados, como sería natural.

La degradación del hábitat natural, por mucha capacidad de adaptación que tengan estos pájaros o las laboriosas abejas, conduce a esto. La desaparición de gorriones y abejas es una ajustada metáfora de nuestro tiempo. Algo estamos haciendo mal. Miguel Delibes que, siendo cazador o acaso por serlo, tanto amó a las aves del cielo, empezando por la perdiz roja, dejó dicho: «El hombre de hoy usa y abusa de la Naturaleza como si hubiera de ser el último inquilino de este desgraciado planeta, como si detrás de él no se anunciara el futuro». Así es. No sé si estamos haciendo un buen negocio: cada día hay más coches y más teléfonos inteligentes, pero cada día quedan menos abejas y menos gorriones.