Opinión

Acuerdos como armas

Es alucinante –como dicen los jóvenes– lo que hemos visto en España sobre pactos y vetos. Los hemos visto de todos los colores, incluso entre el PP y PSOE en el País Vasco; aunque quizá los más llamativos hayan sido, por su trascendencia, aquellos gobiernos tripartidos surgidos tras la firma del Pacto del Tinell entre el PSC, Esquerra Republicana e Iniciativa, que dieron el Gobierno de la Generalitat, primero a Pasqual Maragall, y luego a José Montilla.

Hemos visto a José María Aznar pactar con los nacionalistas cascos y con Convergència i Unió; a Pedro Sánchez con Ciudadanos y luego con Bildu, ERC, PDeCAT y lo que hiciera falta. Todo vale con tal de tocar poder, cacho que dice la gente. Y da igual el Gobierno central, que el autonómico, el municipal, o los cabildos canarios.

La mayoría de los analistas señalan que tampoco hay nada malo en pactar, con tal de que se advierta a los votantes de los distintos partidos antes de las elecciones, cuando aún está en marcha la campaña electoral. Una majadería. ¿Cómo vas a decir con quién vas a pactar antes de saber siquiera con quién necesitas pactar? Por eso me sorprendió tanto la declaración de Albert Rivera diciendo que, pase lo que pase, en ningún caso pactará con Pedro Sánchez. Todo un veto. Absurdo. ¿O no? Creo que no.

Los pactos se han convertido en una herramienta de estrategia electoral. Un ejemplo: el líder de Ciudadanos dice que nunca pactará con Pedro Sánchez –con quien por cierto ya pactó sin éxito en marzo de 2016– porque piensa que, de esa manera, puede seguir sangrándole votos por el centro. Puede ser. Lo divertido es que en el PSOE esta afirmación ha enfadado mucho, pues piensan que con ella Rivera quiere dejarlos a merced de Podemos y los nacionalistas. Como ahora, vamos. Y por eso el PSOE –el pacto como arma de campaña– le ha recordado a Ciudadanos que ellos ya han pactado en Andalucía con la extrema derecha y que quizá por eso es lógico que no quieran pactar con ellos.

Pero tampoco hay que engañarse. Todo esto son juegos florales. Ya les adelanto que si PSOE y Ciudadanos tienen la posibilidad de formar gobierno, no se lo van a pensar ni un minuto. Bueno, lo del minuto es un decir: se reunirán en cantinas de estación, retrasarán el acuerdo por cuestiones peregrinas que luego resolverán en dos días, redactarán pliegos con mil condiciones para el pacto, para finalmente hacerse una foto firmando en La Moncloa con la bandera de España detrás mientras nos dicen –nos lo dirán– que todo lo hacen por el bien de España.

Podemos (5 concejales), PSC (4), ERC (3), Iniciativa (2) y Convergencia (1) birlaron Badalona a Xabier García Albiol, del PP (10) turnándose luego en la alcaldía: dos años cada uno de los dos primeros partidos. Esta solución ha sido una constante en democracia. Pero hasta entonces el PP solo contaba allí con el posible apoyo de un edil de Ciudadanos, y las cosas han cambiado mucho.

La existencia de tres partidos en la derecha dibuja un mapa de pactos muy diferente a lo que hemos conocido hasta ahora en nuestra historia democrática. Así lo dicen las encuestas, aunque ya casi nadie crea en ellas. Por eso los nuevos pactos, al menos a cinco bandas o partidos, van a permitir escenarios aún más disparatados de los que hemos conocido hasta hoy. ¿No gobierna el izquierdista Tsipras en Grecia con la extrema derecha? Pues eso. Ya nos lo decía Don Quijote: Cosas veredes, amigo Sancho. Aunque la frase no sea del Quijote sino del Cantar de Mío Cid. Pero esto lo dejo para cuando empiecen los pactos. Ahí sí que vamos a necesitar a Don Quijote.