Opinión

Casado y los votos dobles de Sánchez

Pablo Casado afronta el mayor desafío de un líder del centro-derecha en la reciente historia democrática. Ninguno de sus predecesores, desde Adolfo Suárez hasta Mariano Rajoy, Fraga y Aznar incluidos, tuvo que lidiar con una fragmentación del electorado a la derecha del PSOE como se prevé el 28-A. La voladura, tan incontrolada como jaleada, del bipartidismo ya ha provocado tres años de inestabilidad política, que se puede volver crónica. Pedro Arriola, el ex gurú de Rajoy que apoyó a Soraya Saénz de Santamaría –ahora al abrigo de un bufete de postín– en su pugna por la sucesión, defendió en su reaparición fugaz en la Fundación Renta-4 la profesionalidad de José Félix Tezanos, presidente del CIS. Apostilló, eso sí, que no se cree las encuestas de ese organismo pero que, a pesar de todo, va a trabajar con ellas, aunque no dijo para quién.

Arriola, que conoce las cañerías del CIS, entiende que esos estudios tienen «un sesgo muy importante», pero útil, si se sabe interpretarlo. El «sesgo» resbala hacia la izquierda porque el trabajo de campo presencial, hogar por hogar, se hace en horario laboral. El resultado es que hay más encuestados de lo que sería idóneo en situaciones complicadas, sobre todo parados de larga duración. La defensa arriolana de Tezanos sería una explicación adicional para el adelanto electoral, avalado por el olfato, la agilidad y las infinitas horas de trabajo de Iván Redondo, el Arriola de Sánchez, guste o no guste, aunque con bastantes matices.

Los socialistas juegan la baza de la debilidad del PP, pero sobre todo, con la fragmentación del centro derecha. Durante años, la división del voto de izquierdas –en los mejores momentos de Izquierda Unida– benefició al PP. Aznar, no obstante, no ganó hasta que desapareció el CDS, el partido que fundó Adolfo Suárez cuando lo echaron de UCD. Los votantes de izquierdas vuelven a estar divididos entre el PSOE y Podemos, pero cada vez menos. A la derecha de los socialistas, con el rechazo de Ciudadanos a pactar con el PSOE y la irrupción de Vox, hay que dividir por tres los sufragios y eso, con la fórmula D'Hont, penaliza la división.

No hay ningún misterio, ni tampoco gato encerrado. Habrá, claro, juego sucio en las redes sociales, que ahora son decisivas, pero todo se reduce –con Ciudadanos en declive salvo que el efecto Arrimadas demuestre lo contrario– a que los votos a Abascal y Vox son votos dobles para el PSOE. Los entusiastas de Vox no querrán aceptarlo, pero la verdad es la verdad, «la diga Agamenón o su porquero», y son sus sufragios los que pueden apuntalar a Sánchez en la Moncloa. Por eso, Casado afronta el mayor desafío de un líder del centro derecha.