Opinión

Paradoxografía y gurús del siglo XXI

Pedro Sánchez convocó las elecciones porque estaba convencido de que lograría unos 130 diputados, una cifra que en la sociedad más líquida de la historia –la descrita por Zygmunt Bauman– pueden ser más o menos el 28-A. Para muchos era un número de escaños extraordinario, fantástico, irreal. No para Iván Redondo, bien conocido por Pablo Casado y protoasesor en la tradición de Arriola, que escruta hasta el último recoveco de todas las encuestas. Forma parte de la tradición, milenaria, de los paradoxógrafos griegos, entre los que descollaron Antígono de Caristo, Flegón de Trales y Paléfeto y su poco leída obra «Sobre las cosas increíbles». Los paradoxógrafos, como explica Gómez Espelosín en su versión castellana de textos algo olvidados, «no destacaban por su talento ni su estilo literario ni pretendían pasar a la gran literatura». «Ofrecían –y ahí conectan con las campañas electorales y con las expectativas que despiertan los nuevos partidos– su mercancía a la curiosidad de las gentes ingenuas y ávidas de lo maravilloso en una época y en un contexto donde al lector no le era fácil distinguir lo realmente comprobado de lo fantástico».

Han transcurrido más de dos milenios desde el apogeo de la literatura paradoxográfica, surgida a raíz de las noticias llegadas a Grecia del Oriente fabuloso conquistado –visitado– por Alejandro Magno. Entonces, como ahora, sobre todo en política, era imposible discernir entre lo tangible y lo imaginario pero bien narrado, entre los deseos y la realidad. Los gurús demoscópicos actuales, que no son paradoxógrafos y mucho menos oráculos, escrutan a los votantes desde la liquidez viscosa de Bauman. Sánchez imaginó que, quizá, no encontraría una oportunidad mejor, sobre todo en vísperas de nubarrones económicos, que todavía se retrasan en España, pero que en el otoño estarán aquí. El inquilino de La Moncloa, con la ventaja que da el Gobierno –tan grande como legítima– sale de ganador, pero sin garantías, en busca de un éxito extraordinario, que si se llega estarán sobrados de paradoxógrafos. Todo se complica, sin embargo, porque ya no hay predicción válida, ni gurú fiable. El PSOE va delante, sí, pero el PP resiste, Podemos tampoco está tan mal, Ciudadanos no cae tanto y Vox emerge, pero no eclosiona. Todo muy incierto hasta el 28-A porque, además, una normativa obsoleta prohíbe las encuestas la última semana de campaña, que es cuando son fiables. Las elecciones andaluzas demostraron la vigencia de la paradoxografía. No son comparables a las generales, pero el 28-A quizá haya muchos paradoxógrafos, narradores de lo extraordinario. Lo veremos.