
Opinión
Unidad constitucionalista
El golpe de Estado que tuvo lugar en Catalunya, en el aciago otoño del 2017, produjo una quiebra emocional en la sociedad catalana, con roturas familiares, amistades fracturadas y enfrentamientos en puestos de trabajo clave que hundieron la reputación laboral de muchos directivos. Pero más allá de la ruptura sentimental, fue la economía catalana la más perjudicada por el llamado «procès», que ha ocasionado un hundimiento reputacional sin parangón en las democracias, con fuga masiva de depósitos bancarios, el desplome de la inversión extranjera en Catalunya, el traslado de las sedes de los dos principales bancos catalanes y la huida de más de 5.200 empresas, lo que ha supuesto un desastre para el futuro de nuestra región. Los empresarios trasladaron sus sedes por miedo a una supuesta incapacidad de que el Estado español pudiese imponer la ley en Catalunya. El empresariado y la burguesía catalana, que pasaron de la complicidad con Jordi Pujol a reírle las gracias de Artur Mas, se aterrorizaron al ver que Puigdemont no se detenía en su locura. El pánico, se calmó con la aplicación del artículo 155, y aunque desde entonces con la presidencia de Torra se convive con una tensa calma, ha quedado claro que España no volverá a permitir de nuevo acciones unilaterales. El artículo 155 se aprobó por la unidad constitucionalista, y sirvió para dar garantía jurídica a las empresas que entraron en pánico los días posteriores a la jornada del 1 de octubre del 2017. Estamos convencidos que, si vuelven a presentarse escenarios dramáticos, se recuperará esta unidad, pero las fuertes divergencias entre partidos constitucionalistas son un elemento distorsionador que no contribuyen a vencer al separatismo a medio y largo plazo.
Estas divisiones pueden acentuarse ante el ciclo electoral próximo. Sería bueno que, una vez terminado el momento electoral, volviera a producirse la sintonía constitucionalista, en línea con el espíritu del 8 de octubre. Somos conscientes que la forma más eficaz de lograr un cambio real en Cataluña y de dejar atrás la noche del procés separatista es consiguiendo una mayoría no-rupturista en la Generalitat. Ese paso de normalidad democrática en Cataluña significaría un hito histórico y permitiría a Cataluña recuperar todo su potencial social y económico. A pesar de los pesares, hay motivos para la esperanza. En primer lugar, hay una mayor conciencia general de las causas del Procés. Es bien conocido el minucioso plan de fomento de conciencia nacional desplegado por el pujolismo, así como la casi completa hegemonía ejercida por el nacionalismo en la cultura, los medios, la educación y las instituciones. Todo ello, posibilitado por la desconexión inversa del Estado, que desistió de ejercer su soberanía en Cataluña y facilitó que la independencia simbólica y afectiva de muchos catalanes antes de iniciarse el «procés». La unidad constitucionalista es fundamental para vencer al populismo y al nacionalismo.
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