Opinión

Nostalgia de España

Fuera de España, los españoles se juntan y se reúnen. Españoles e italianos. Tengo amigos que se internaron durante un año en prestigiosos colegios ingleses para volver a España dominando, con su acento correcto y balbuceante, la lengua de Wodehouse, y retornaron al solar patrio sin hablar ni patata en inglés y con un perfecto italiano. La primera vez que dos feroces adversarios políticos en España, Indalecio Prieto y José María Gil Robles, se sentaron a charlar y tomar un café tranquilo y sosegado, fue en México. Al despedirse, Gil Robles le dijo a don Inda: -Prieto, de habernos reunido antes, quizá hubiéramos evitado la Guerra Civil-.

En Ginebra, esa ciudad suiza tan rica, tan limpia, tan ordenada y tan aburrida, se ha reunido un grupo de españoles en torno a Marta Rovira, la llorona. Otro catalán, una madrileña y un vasco. El catalán, Joan Tardá, la madrileña, la noble y culta condesa de La Navata, y el vasco, un terrorista de la ETA, Herri Batasuna y ahora dirigente de Bildu, conocido por Arnaldo Otegui, Oteji para los periodistas. Pringosa macedonia de frutas o una mala menestra de verduras. ¿De qué hablaron? Faltó Sánchez, la esperanza de todos ellos, que tuvo que quedarse en Madrid preparando las chuletas para los debates televisados. El motivo principal de la cosa no era otro que celebrar el acuerdo de un programa de acción conjunta de Bildu y la Izquierda Republicana de Cataluña. Me figuro que un plan de acción conjunta a desarrollar en Suiza, porque la llorona no tiene intenciones de volver a España para ser juzgada por golpista. Además, según sus palabras, ha encontrado en Anna Gabriel, la de la CUP, también fugada, un cariño que no floreció durante su estancia en España.

Suiza, la Confederación Helvética, es un Estado tan garantista y riguroso como celoso de su desarrollo. Ahí se reúnen los mayores depósitos de dinero del mundo, los mejores maestros relojeros, la más variada oferta de quesos, y magníficos elaboradores de chocolate, lo último más que meritorio, porque en Suiza no crece la planta del chocolate, el xocoatl, que al igual que la patata llegó a Europa gracias a los navegantes, aventureros y descubridores españoles. Una acción conjunta entre herederos del terrorismo y el partido de la llorona, puede ser motivo de expulsión del país, que se toma muy en serio el comportamiento de los fugados establecidos en su territorio, con la excepción de los millonarios que guardan allí su dinero, en blanco y en negro, y a los que se les permite cualquier extravagancia. Resulta curioso que estas dos chicas de izquierdas, la Gabriel y la llorona, hayan elegido Suiza para escapar de la Justicia. Curiosidad anecdótica.

Pero me intriga la presencia de la condesa de La Navata, la de la sociedad «adultocéntrica», las «portavozas» y los «cuerpas y fuerzos de seguridad». Para entenderse, por lógica, hablaron en español, porque la llorona no entiende el vascuence y el terrorista se pierde con el catalán. La «adultocéntrica», en cambio, domina a la perfección todos los idiomas autonómicos, incluido el galaparense de La Navata, que es como el inglés de Eton. Así, en el galaparense vulgar se dice «jo, tía», en el galaparense de la Navata el «jo» se sustituye por un elegante «ay, tía», que suena mucho mejor.

Que un proyecto revolucionario para España se firme en Ginebra, ofrece mucha tranquilidad. Como si Iglesias y Maduro rubrican un plan para arruinar a España y lo redactan y firman en el bar del Hotel Vila D´Este de Cernobio, a orillas del Lago de Como y a 800 euros la noche sin derecho a desayuno. Por ese lado, no hay que preocuparse. Y por el otro, tampoco. Han demostrado que son unos españolazos reuniéndose en el exilio, porque rascando levemente sus epidermis, a la llorona se le pone cara de modelo agitanada de Romero de Torres y al terrorista Otegui, Oteji para la prensa, de director de banda municipal dirigiendo bajo la pérgola del Bulevar donostiarra al conjunto que interpreta magistralmente «España cañí».

Por hoy, basta y sobra.