Opinión
Separatismo subido de humos
Que a las derechas no les salieran los números el pasado 28 de abril para aspirar a una mayoría con opción de gobierno fue de todo menos una mala noticia para el independentismo. Tampoco lo fue el hecho de que la nueva distribución de fuerzas arrojada por estos comicios no permita por muy poco a Pedro Sánchez tejer una mayoría de pactos en pos de la gobernabilidad del país sin contar con los escaños separatistas. Ello sumado al notable aumento de la presencia en la carrera de san Jerónimo de los partidarios de romper la nación o directamente de pasar por alto las responsabilidades penales de los juzgados por el «procés» viene siendo motivo en los últimos días de un poco disimulado optimismo entre esa parroquia, teniendo en cuenta además que al escaso castigo en las urnas a lo sucedido en el último año y medio en Cataluña se le han añadido en los últimos días acontecimientos de esos que ratifican al secesionismo en su convicción de que la lucha está valiendo la pena y que el Estado agacha la cerviz.
De entrada, Puigdemont, un prófugo de la justicia, será candidato a las europeas, no tanto por la defensa garantista de unos derechos electorales supuestamente vulnerados por la Junta Electoral como por una posición de la Fiscalía basada en criterios discutibles. El «fantasma de Waterloo» ya es menos ectoplasma y se presenta mucho más en carne y hueso, con independencia de lo que acabe ocurriendo con la recogida de su acta si es que la acaba consiguiendo. Tampoco han desagradado a esos subidos ánimos separatistas los hechos de este fin de semana en Mauthausen. El reconocimiento a la memoria de los asesinados por el nazismo era secundario, solo una excusa –así de triste– ante la prioridad de la presencia de cámaras de televisión que pudieran hacerse eco del vergonzoso número de la cabra de una representante de la Generalitat. La machada se veía venir desde los prolegómenos del acto pero nadie hizo nada para impedirlo. Otro punto para la propaganda exterior de Torra y de sus amos políticos.
Pero por si faltaba algo, la Santa Sede tan equidistante en algunas cosas promocionaba a Joan Planelles como arzobispo de Tarragona. Nada como premiar a uno de los más significados miembros de la iglesia catalana en pos del independentismo. Tal vez no vaya más allá de un gesto, pero no estaría de más que el propio Vaticano fuera algo más explícito a la hora de poner en su sitio a quienes pretenden romper un estado soberano forjado durante siglos precisamente con la fuerza de la cruz como estandarte. El compromiso papal de visitar España cuando esté solucionado el problema de «convivencia», más que ayudar alimentó suspicacias. Veremos. Hoy, año y medio después del intento de golpe separatista y a pesar de la lección de transparencia, decencia e independencia judicial del Supremo en el juicio del «proces», la amenaza sigue latente y lo que es peor, por momentos, «subida de humos». Tome nota el próximo gobierno.
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