Opinión

El monstruo está cerca

Ahora que acaba de desactivarse una red de pedofilia en Internet, en la que han resultado detenidas 79 personas en España, vuelvo a reflexionar sobre eso que siempre me ha parecido tan insólito: ¿de verdad hay tantas personas que disfrutan con la pornografía infantil? Que haya tipos capaces de agredir sexualmente a niñas de tres años, o mujeres que abusen de sus hijas y sobrinas u hombres que solo se pongan cachondos con menores es algo que me cuesta trabajo entender.

Y no sé si aún me resulta más difícilmente comprensible pensar que hay quien disfruta viéndolo y sabiendo, por cierto, que todos aquellos horrores de la pantalla que tanto le divierten, suponen una terrible tortura para sus protagonistas. Para mi sorpresa, hay seres humanos de estas características en toda España: los detenidos han sido arrestados en 13 comunidades autónomas, tenían entre 14 y 57 años y eran de todas las nacionalidades. En esta historia, como en general en las de pornografía infantil, participa gente de todo el mundo. ¿Qué le pasa a parte de la raza humana para tener estas taras tan perversas, independientemente de su credo, color o nacionalidad?

Los niños, los seres más frágiles del planeta, nacen necesitando el cuidado y la atención de sus padres, no como otros animales. Por desgracia, a veces se encuentran con que, como otros animales, sus padres los pueden devorar. Es decir, vender, regalar, explotar o abusar. Todos los hijos nacidos deberían tener el derecho a unos padres que les protegieran. La realidad es que, para muchos, el enemigo está entre aquellos en los que más confían –amigos de progenitores, familiares, monitores...–, empezando por sus propios padres.