Opinión

Desalmados y ventajistas

Hay que ser desalmado para lanzar el tuit «si es una fascista, da igual que esté embarazada o no» para justificar el escrache contra Begoña Villacís por obra y gracia de un grupo de activistas antidesahucios en la Pradera de San Isidro. Los culpables se irán de rositas, muchos les reirán la fechoría y una mayoría, aunque indignada incluidos los instrumentos del Estado, no hará nada.

Si inhumanos son unos, ¿qué decir del concejal madrileño de Ganemos Madrid, Pablo Carmona? Ése que soltó «algunos se pusieron muy duros por el escrachazo y no mueven un dedo para evitar que decenas de miles de niños/as sean desahuciados», obviando que bajo su mandato –él es uno de los que gobierna el Ayuntamiento capitalino– «se han producido 12.000 desahucios», como muy bien le contestó Toni Cantó, compañero de partido de Villacís.

Uno echa un paneo por la reciente historia y deduce que algo no concuerda en España. Unos, especialmente la izquierda radical (Ganemos Madrid, Podemos, Compromís, Esquerra Republicana de Cataluña y demás satélites y ralea, incluso aunque ocasionalmente hasta del PSOE) pueden acosar donde quieran a Begoña Villacís, Mariano Rajoy, Soraya Saénz de Santamaría, Albert Rivera, Inés Arrimadas, Francisco Camps, Rita Barberá, Cayetana Álvarez de Toledo y un sinfín de políticos del centroderecha. Ellos, sin embargo, son intocables. Al menor indicio que les desagrade hay que eliminarlo, como Pablo Iglesias quien, al primer merodeador de su villa, conocida popularmente como «casoplón de Galapagar», consiguió como protección la presencia de guardias civiles y no precisamente con grandes comodidades.

Aparte de la inaceptable conducta, concluyamos que hay demasiada gente con la sinapsis dinamitada y el cortocircuito cerebral en estado de difícil solución. Así es la vida.