Opinión

Esos aires de Galapagar

La pasada determinación de Pablo Iglesias a la hora de marcar un rumbo en el camino para «asaltar los cielos», con toda su carga de ingenuidad anti sistema y de catecismo bolivariano contrasta con el ataque de pragmatismo pro «casta» que continua mostrando el líder de los morados, a pesar del batacazo de este domingo reflejado en la pérdida de casi novecientos mil votos y 70 diputados autonómicos. Iglesias, que hace poco menos de tres años mostraba a Sánchez la zanahoria del pacto con una mano para volver a escondérsela con la otra esgrimiendo exigencias poco menos que de capitulación a los socialistas ante un «sorpasso» inevitable, mendiga ahora bajo el eufemismo del entendimiento de las fuerzas progresistas una presencia testimonial en el próximo gobierno, disfrazada de ese pretendido acuerdo de coalición por el que supuestamente se inclinó el «28-A» el electorado de izquierdas .

Resulta casi enternecedor contemplar como el secretario general de Podemos colegia las responsabilidades de otro desplome electoral echando mano del plural –«Nos hemos equivocado»– cuando tan solo cuatro días antes daba por garantizado que la presencia de Podemos en el ejecutivo empezaría por su persona. Algo deben de tener los aires de la sierra madrileña sobre Galapagar para haber obrado tan significativo cambio en Iglesias. Se trata de tocar poder a toda costa, de manejar presupuesto y de cambiar las sufridas y poco transpirables camisas de «Primark» por atuendos más acordes. ¿Para qué influir desde el Parlamento a través de la iniciativa legislativa cuando los cielos pueden tocarse por la vía rápida del coche oficial? Y lo cierto es que, aun siendo cierto que el apoyo de Podemos por muy ahogados que estén de melancolía es fundamental para la gobernabilidad pretendida por el PSOE y sus 123 escuálidos escaños y para la investidura de Sánchez, también lo es que los defensores de una refundación hacia las esencias podemitas solo ven en la entrada en el gobierno el principio del fin para un partido que nació y se amamantó al albur de las banderas anti sistema, por no hablar de las experiencias bien conocidas de una Izquierda Unida fagocitada por los socialistas tras haberse convertido en su muleta dentro de administraciones como la andaluza o en tiempos las de Madrid.

Sánchez hubiera deseado dejar a Iglesias fuera de la fiesta, pero su grupo parlamentario no da para «geometrías variables» –Rajoy con 14 escaños más se arrastró durante media legislatura hasta su triste final– y Podemos –Iglesias– podría tener su ansiado sillón en el Consejos de Ministros. Al fin y al cabo, con el partido amortizado sáquese el mayor provecho personal. Me lo apuntaba ayer un veterano exbarón socialista ¿para qué aplazar lo inevitable o arriesgarse a repetir elecciones habiendo todo un parque de coches oficiales? Galapagar bien merece un ministerio.