Opinión

En la Feria del Libro

Este fin de semana es el último de la Feria del Libro de Madrid. Es posible que mientras usted lee este artículo, yo esté firmando mi novela en ese espacio sacrosanto para mí, desde la niñez, cuando mi vida era leer y ya soñaba con rellenar páginas vacías. Recuerdo con extraordinaria nitidez el primer día que me tocó cambiar de lado y colocarme en el de los escritores. Corría el año 1991 y Pedro J. Ramírez y yo compartíamos autoría de una muy particular biografía suya, recién publicada en en Grijalbo Mondadori, aunque yo me hubiera ocupado de grabarle a diario durante un año, realizar cientos de entrevistas y redactar el texto y él de revisarlo para que no se colara nada de lo que quería evitar incluir. Al llegar al Retiro y escuchar por megafonía su nombre, el mío y el número de la caseta que nos habían asignado, me embargó una emoción indescriptible. Llevaba cierto retraso, así que caminé por la Feria como una Alicia maravillada, pero al ritmo del conejo que siempre llegaba tarde.

Cuando alcancé mi destino, me coloqué con rapidez al lado de Pedro J., que ya estaba allí, justo antes de que llegara la primera señora, hojeara un libro y le pidiera: «Me lo firma, por favor?» Él respondió «por supuesto» y estampó su dedicatoria y su rúbrica en el ejemplar, antes de pasármelo a mí. Nada más hacerlo, la señora me miró sonriente y dijo: «Y tú bonita, ¿me lo envuelves?». «Con mucho gusto, señora», respondí yo... No se pierdan la Feria del libro. Como le resalté a mis maravillosos lectores ciegos, nadie ve tanto como quien lee. Ni tampoco vive con tanta intensidad.