Opinión
Prisa y depresión
Desde que el hombre lo es, al menos tres veces ha dado un quiebro vertiginoso. La primera, cuando en el Neolítico cesa el nomadismo. La segunda, cuando la escritura inaugura la Historia. La tercera, cuando la imprenta propicia la difusión de ideas. Estamos ahora ante una nueva era, una cuarta etapa que podríamos llamar «virtual».
Tendemos a pensar que la revolución digital ha desencadenado el cambio, pero es arduo saber qué fue antes, si el huevo o la gallina. ¿La observación de la naturaleza precipitó el sedentarismo, o éste permitió la agricultura, que reproducía los ciclos naturales? ¿Fue la escritura la que favoreció la aparición de las grandes civilizaciones, o al revés? ¿Fueron la expansión económica y el auge de las ciudades quienes detonaron la difusión de ideas, o viceversa? Tal vez las comunicaciones y la interconexión no sean el fenómeno, sino la consecuencia.
Esta es la apasionante tesis de Marcelo López Cambronero en el entretenido ensayo «La edad virtual», que he devorado. La era digital –escribe– es expresión de un proceso de aceleración mundial. Roto el nexo personal con la antigua colectividad estable, que tenía en la familia su proyecto vital, el hombre se entiende solo, se inventa a sí mismo y vive individualmente. Ya no existe «para» un ideal, sino que disfruta «experiencias». No permanece en un lugar al servicio de un proyecto, con amistades y lazos fijos, sino que viaja por el mundo e intercambia relaciones. La técnica nace como instrumento de un entorno acelerado. Es la nueva era de la prisa, el desarraigo y la depresión.
✕
Accede a tu cuenta para comentar