Opinión
El turismo del Caribe, en riesgo por culpa de las algas
La fascinación por el Mar Caribe viene de lejos. Desde la aparición de
obras clásicas como Robinson Crusoe y
La Isla del Tesoro se han sucedido
las referencias cinematográficas y literarias que han elevado esta región a
icono popular de lo exótico. Piratas, palmeras y playas exquisitas. En España,
el verano de 1996 será recordado por aquel “Curro se va al Caribe” que hizo
soñar ante el televisor a todas las familias de clase media con unas vacaciones
de película. Aunque en los últimos años ha perdido algo de popularidad frente a
otros destinos más novedosos, sigue recibiendo millones de visitas cada año.
Esta postal de aguas transparentes color turquesa y playas de arena blanca,
que ha convertido a las costas caribeñas en uno de los destinos más populares del
mundo, se debe a un ecosistema tan valioso como delicado que hoy afronta el
riesgo de desaparecer. La amenaza es real y los primeros efectos ya son muy
visibles en México.
La culpa del desastre ecológico la tiene un enemigo a priori inofensivo
llamado sargazo: un alga de color pardo que está invadiendo el Caribe mexicano
a una escala nunca antes vista. Los montones de sargazo se acumulan junto a la
línea del mar a pesar del trabajo constante de los jornaleros para retirarlo y
desprenden un olor fétido con el sol. Salvando las distancias, la imagen
recuerda a la catástrofe del Prestige en las costas gallegas. Por mucho que los
miles de voluntarios se afanaban en limpiar la playa, la marea seguía trayendo
nuevas manchas de chapapote.
El sargazo no es fuel, pero ya han quedado demostrados sus efectos dañinos.
Las algas se descomponen y el agua se vuelve tóxica para peces y crustáceos.
Desde el pasado verano han aparecido ejemplares muertos de más de 70 especies
por este motivo, según explican los expertos.
Las aguas cristalinas quedan teñidas de oscuro con cada arribazón de esta
planta marina, un problema de primer orden para el gobierno del presidente
Andrés Manuel López Obrador, que teme la destrucción de una de sus áreas
naturales más singulares y principal motor de la industria turística nacional.
De hecho, la primera dimisión del gabinete apenas seis meses después de
iniciar su mandato fue la Secretaria (ministra) de Medio Ambiente. Según la
versión oficial la renuncia se debió a otros motivos, pero la incapacidad de
lidiar con el problema jugó sin duda en su contra.
El sargazo apareció por primera vez en el Caribe en el año 2011 y desde
entonces cada año llega más. Para entender la evolución del problema sirven los
datos de Playa del Carmen, localidad situada en el estado de Quintana Roo y uno
de los principales puntos turísticos de la Riviera Maya. En 2017 se recogieron allí 15 toneladas de algas, al año siguiente
2.000 toneladas y en lo que va de 2019 ya se han retirado más de 7.000
toneladas de sargazo.
El gobierno
federal encargó desde hace un año a un grupo de científicos el estudio del
fenómeno para plantear posibles soluciones. Una de ellas es Briggita Van
Tussenbroek, experta en pastos marinos de la Universidad Nacional Autónoma, que
tiene su laboratorio en Puerto Morelos, casi a pie de playa. En entrevista con
La Razón afirma que el deterioro en el ecosistema es muy notorio. “Nosotros que
trabajamos aquí a diario vemos cambios sin precedentes en las vegetaciones y
arrecifes coralinos. Definitivamente es el mayor reto medioambiental que ha
enfrentado este lugar”, dice.
El caribeño es
un ecosistema oligotrófico, lo que significa que aporta pocos nutrientes (de
ahí las aguas cristalinas) que ya venía soportando una presión excesiva con la
acción del turismo y que ahora, con el sargazo, “está recibiendo cien veces más
nutrientes y materia orgánica de lo que está acostumbrado y no sabemos cuánto
tarda en eliminarlo”, explica la bióloga de origen holandés y con treinta años
de trabajo en México. “El ecosistema como lo conocemos no está preparado para
recibir esto, entonces puede cambiar y generar otro tipo de ecosistema…no tan
atractivo para el turismo”, continúa describiendo la investigadora.
Hay pocas
certezas sobre el sargazo. Sí se conoce su origen, pero solo se sospechan las
causas de su llegada masiva. Los estudios realizados hasta la fecha tienen la
certeza de que proviene de la costa norte de Brasil, junto a la desembocadura
del río Amazonas. La principal hipótesis sostiene que detrás de la invasión
está el cambio climático, “pero hacen falta más investigaciones”. Por un lado,
el aumento de la temperatura del agua (+1º en los últimos 15 años) y por el
otro, un mayor aporte de nutrientes; principalmente a causa de la deforestación
de la selva amazónica. Todos esos nutrientes van de los ríos al mar y son
aprovechados por el sargazo para multiplicarse.
También juega a
su favor el aumento del polvo de Sáhara detectado en la zona de origen. En el
desierto africano hay minería de fosfatos, que es rica en nutrientes, viaja por
el aire, llega a las costas brasileñas y se vuelve alimento para el alga.
Al tiempo que el
grupo de científicos intenta comprender el fenómeno para atacarlo con
eficiencia, también asesora a las autoridades sobre cómo manejar un problema
que les ha superado ampliamente.
Ulises Gavia es
el responsable de los arenales en Playa de Carmen y no esconde su frustración.
Desde su puesto de director de la Zona Federal Marítimo Terrestre (Zofemat) se
encarga de lidiar con el sargazo y admite que están sobrepasados. “No se ve la
eficacia, pero todos los días estamos trabajando desde las siete de la mañana a
las siete de la noche… el recado del sargazo ya nos rebasó”, admite a La Razón.
Tras más de un
año de enfrentarse a un problema que desconocían por completo, piensa que están
mejor preparados y han aprendido algunas lecciones. “Tenemos localizados 21
puntos de llegada masiva (el municipio tiene 80 km de costas) y ahí estamos
colocando las barreras marítimas para ser más efectivos”, dice Gavia. También
están utilizando bombas anfibias para sacarlo del agua y cintas transportadoras
con las que moverlo rápidamente hasta los puntos de tratamiento, pero los
resultados obtenidos hasta la fecha son decepcionantes.
Las mayores
esperanzas están puestas ahora en las barcas que ha prometido enviar la Marina
para cosechar el sargazo en el mar antes de que alcance la costa, una medida
avalada por el grupo de científicos, que apuestan por monitorizar el sargazo
por satélite para saber dónde llega y así ser eficientes en la recolecta. “Es
la solución” asegura Van Tussenbroek.
Aunque la medida
parece acertada no será inmediata. Llegarán cuatro barcazas fabricadas por los
militares, pero no estarán listas hasta dentro de seis meses, pasada ya la
temporada veraniega que se antoja complicada para los hoteleros, según Conrad
Berwerf, presidente de la Asociación de Hoteles de la Riviera Maya, la más
grande de la región que representa a 145 establecimientos. Dice que la
ocupación ha bajado un 6% respecto al año anterior y reparte la culpa entre la
falta de promoción desde que López Obrador es presidente y el sargazo. “Es un
problema que llegó para quedarse y tenemos que aprender a vivir con él”, dice a
este diario.
El Caribe
mexicano (Cancún y Riviera Maya) recibe casi el 50% de todo el turismo
internacional del país, según datos de la Secretaría de Turismo. Los hoteleros
se quejan de que a estas alturas tienen un 10% menos de reservas veraniegas que
el año pasado, pero los pronósticos de la SECTUR son más optimistas: esperan un
aumento del 1,4 % de turistas extranjeros en julio y agosto.
Berwerf se queja
de que el sargazo les está saliendo caro. En lo que va de año, a sus asociados
les ha costado tres millones de dólares limpiar la playa y colocar las barreras
antisargazo y han dejado de ingresar unos 15 millones de dólares por la menor
afluencia, según los datos que aporta. Su descontento con la gestión queda
claro: “El gobierno está delegando en el sector privado”. El gobernador de
Quintana Roo, Carlos Joaquín, calcula que hacen falta 55 millones de euros para
combatir el sargazo este verano y quiere que los empresarios paguen un tercio
de la cuenta. Del resto se harían cargo los gobiernos estatal y federal.
Además del
desastre medioambiental y la amenaza para el turismo, del que vive la mayoría
de la población en esta parte de México; el sargazo presenta un problema
añadido: qué hacer con él. Todas las fuentes consultadas advierten de que hay
que empezar a utilizarlo para evitar que la península de Yucatán se convierta
en un gran vertedero de algas.
Existen muchas
ideas para utilizar el sargazo y se están ensayando algunas experiencias
piloto: ladrillos para la construcción, biocombustible, bioplásticos, zapatos,
celulosa… pero aún falta mucho para construir una industria rentable. En contra
juega la pobreza del producto, su poco poder calórico, la elevada presencia de
sal y la falta de certezas sobre el precio y la cantidad disponible en cada
momento.
Los retos se acumulan y el tiempo escasea porque “está en juego el futuro de estas costas tal como las conocemos y se va a definir en los próximos años”, alerta la bióloga Van Tussenbroek. “Ya es tarde, esperemos que no demasiado para poder actuar".
✕
Accede a tu cuenta para comentar