Opinión
Zapatero, donde Alsina
Escuché entre ruborizado e incómodo la entrevista que el gran Carlos Alsina le hizo a José Luis Rodríguez Zapatero. Un hombre tan colgado del talante, signifique lo que signifique, que puede posar como san Manuel Bueno, mártir, o abroncar a un periodista, Rubén Amón, porque sus palabras, ay, no encumbran como debiera la excitada visión que tiene de sí mismo. No le había gustado una columna de Amón donde talaba la obscenidad de sus penúltimas declaraciones. Los evidentes recados al Tribunal Supremo, la cháchara de las sentencias dialogantes, las invocaciones a un diálogo concebido como bálsamo de Fierabrás.
A quienes vivimos en EE UU lo del supuesto código deontológico que la prensa viola si contradice al líder nos pilla acostumbrados a un Trump que identifica torticero sus ocurrencias con el bien común. Comprendemos el mosqueo del señor Zapatero por la denuncia de Vox, que en su afán de tierra quemada no le reconoce el fin de ETA y poco menos que lo acusa de cómplice en la caída de Constantinopla. Pero el discurso del ex presidente, y sus modos, fueron deprimentes. Penoso, un suponer, cuando culpa a los jueces de recortar un Estatuto que tenía aspectos obviamente inconstitucionales. Cuando sostiene que la sentencia provocará efectos, guau, y pensemos en el día siguiente. O al preguntar sobre la supuesta idiocia de creer que Cataluña mejore en el caso de que Junqueras sea condenado.
Pues mire, de momento sobra con retomar la sana costumbre de encerrar a nuestros golpistas, que no ejercitamos desde Milans del Bosch, Armada y Tejero. Alsina también le preguntó si estaría a favor de indultar a un maltratador. Saltó raudo para decir no. En cambio bisbisea y sonríe si hablamos de proteger la soberanía nacional y el pacto del 78, cuando discutimos de indultar o no a quien haya intentado tumbar la Constitución pues bueno, ya es cuestión de sopesar, calibrar, barajar y otear. «Si no hubiera indultos no tendríamos este debate», sentenció, al tiempo que confirma que apoyará «lo que el gobierno haga si llegan a producirse indultos».
Creíamos que el fondo zarco de esos ojos bullía un lago de pensamiento Alicia, por decirlo con Gustavo Bueno. Pero la altanería con la que reaccionó al chequeo revela un metal peor. De alguien que cuando no abruma con simplezas castiga con la iracundia del tartufo convencido de que la prensa está para aplaudirle.
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