Opinión

La Junta y las mujeres

La campaña de la Junta de Andalucía para la prevención de la violencia contra las mujeres ha suscitado una furibunda reacción por parte del PSOE, de tal calibre y tan gruesa que requiere alguna explicación. Estamos en momentos de polarización del discurso político. Aun así las descalificaciones han llegado en este caso muy lejos.

Sin duda hay una primera razón de orden político, que es el despecho de los socialistas tras haber sido desalojados de su bastión desde 1982. Habrá más respuestas como estas. El recuerdo del antiguo monopolio se combina además con la convicción de que el PSOE, y en general la izquierda, se han hecho con el de algunas grandes cuestiones entre sociales y culturales, en este caso el feminismo, ante los que el resto de las fuerzas políticas no se habían esforzado por elaborar alternativas serias, por lo menos hasta que Ciudadanos empezó a articular su «feminismo liberal» y Vox presentó una enmienda total. De hecho, la presencia de discursos y propuestas distintas, y el que empiecen a abrirse paso desde instancias gubernamentales, ha debido de contribuir a la virulencia de la respuesta socialista.

En el fondo, la respuesta parece girar en torno a una cuestión fundamental. Consiste en afirmar que la campaña de la Junta desconoce el estado de víctima al que la violencia reduce a las mujeres. No importa que antes otras instituciones gobernadas por socialistas optaran por un tono similar, más o menos optimista. Lo fundamental es recordar que las mujeres son víctimas de un sistema machista, o «(hetero)patricarcal», y que alejarse de esa aseveración es cometer una transgresión intolerable que contribuye a la perpetuación de un régimen injusto, violento por lo esencial y por tanto sin remedio.

En realidad, la respuesta socialista indica bien por dónde deberían continuar las campañas de los gobiernos reformistas y liberales, de cualquier signo que sean. Esta campaña se equivocó al especificar que mostraba «mujeres reales», algo imperdonable en la retórica de la autenticidad en la que estamos instalados. Falta por tanto algo de trabajo para dominar todas las claves. Aun así, resulta indudable el acierto de negarse a presentar a las mujeres como víctimas. Ahí está el núcleo esencial del gran proyecto de cambio cultural socialista. Ni siquiera hace falta discutirlo. Basta con mostrar que la realidad no es ni tan sencilla, ni tan burda.